martes, 30 de noviembre de 2010

Los traspiés de la princesa

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Foto: Claudio Fuentes Madan, de la serie "Con jamón, lechuga y petipuá"
No es la primera vez que siento deseos de decirle a Mariela Castro que debió quedarse callada. En mí es una reacción bastante extraña pues normalmente digo y exhorto a los demás a que expresen lo que les dé la gana. Sin embargo, con ella me resulta difícil, y es que existe una cosa llamada pudor que para aquellos que, como ella, son figuras públicas de la política, es imprescindible.

La primera vez fue cuando llamó a Yoani Sánchez “gallita insignificante”. Bastante vergonzoso es que un político insulte a una periodista por un cuestionamiento incómodo, pero que la hija del heredero se dedicara a llamarle insignificante a una ciudadana cubana fue, sin dudas, el colmo del cinismo alcanzado por la nomenclatura. No obstante vale aclarar que la pregunta de la autora de Generación Y no fue todo lo incómoda que hubiera podido ser y que la sobrerreacción de Mariela es la prueba de la alergia que le produce la libertad de prensa. En mi opinión una pregunta realmente dura hubiera sido, por ejemplo, preguntar por qué el CENESEX no representa ante el gobierno una demanda a favor de los homosexuales que sufrieron represión y vejaciones en los sesenta, los setenta y los ochenta y que merecen una indemnización y una disculpa oficial. En ese caso a nuestra princesa, creo, le habría dado un infarto.

Ahora, el CENESEX tiene en su página principal esta declaración. Me recuerda un chiste pupular: El periodo especial ni me beneficia ni me perjudica, sino todo lo contrario. Resulta que Cuba tiene la exclusividad de ser el único país de América que “se suma al voto del grupo de países que contemplan a la homosexualidad como un delito dentro de sus legislaciones, incluyendo la aplicación de la pena capital por ese motivo, en cinco de ellos”. El CENESEX, vale aclarar, es la única institución reconocida por el gobierno que supuestamente representa los derechos de los homosexuales. ¡Vaya impudicia, señores, leer semejante frase en la página del “Centro Nacional de Educación Sexual”, y firmada por su directora!

viernes, 26 de noviembre de 2010

Escoliosis ministerial

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Si yo en vez de tener un blog personal escribiera textos de ficción, con mi última visita a la Fiscalía Provincial haría uno en el que la protagonista terminara en el hospital víctima de horribles dolores de espalda. El médico le prohibiría terminantemente poner de nuevo los pies en un ministerio, pues su columna se quebraría al peso de la burocracia. La protagonista esgrimiría miles de necesidades pero el doctor sería tajante: Ni un ministerio más, ni siquiera por teléfono que aligera la carga.

Sin embargo no voy a escribir nada de ficción sino que voy a contar -omitiré el dolor de la cervical- mis últimas peripecias con la demanda por apartheid durante la “Novena Muestra de Jóvenes Realizadores”. Y como, además, no he ido a ver a ningún médico que me aconseje mandarlo todo al carajo sino a los excelentes abogados de la Asociación Jurídica Cubana quienes -por el contrario- me animan y me apoyan en todo, seguiré pasando algunas de mis antes hermosas mañanas en la Fiscalía Provincial, cita 25 y F, en el Vedado.

Según la ley, en la fiscalía tienen un plazo de sesenta días para darme respuesta y vencido ese período son ellos los que empiezan a incumplirla. Mi demanda tiene ya como ocho meses, así que cuando el viernes por la mañana llegué con el doctor Vallín a pedir una explicación, un corre-corre por las escaleras y una recepcionista con cara de haber visto al diablo me dieron a entender que mi caso no tenía ni remotamente seguimiento.

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Logo de la Asociación Jurídica Cubana
Sin embargo, tengo que hacerle honor a la verdad y reconocer que aparecerse con el Doctor Vallín en un bufete colectivo, una fiscalía o un tribunal, es el equivalente a pasearse por Hollywood de la mano de Brad Pitt. Y es que la Ministra de Justicia de nuestro país ha contratado dos abogados para que la defiendan del mío.

Es así que una hora después de estar sentados esperando, la fiscal que emitió este documento bajó las escaleras casi de espaldas –ya sé que parece complicado pero los límites humanos no han sido aún fijados- y de espaldas también anunció por teléfono a alguien, papel mío en mano, que ése era ciertamente su pie de firma pero que ella no se acordaba ni remotamente de haberlo firmado. Acto seguido le dijo adiós a la recepcionista y se fue.

Por su parte la pobre recepcionista -en vistas de tener la papa caliente en la mano, es decir, yo- me mandó a pasar con voz suplicante al cuartico de atención al público. Cuando vio que el Doctor Vallín se levantó conmigo echó un suspiro de resignación. Me dijo de la mejor manera que la fiscal del caso estaba de vacaciones, que en el archivo había una muchacha nueva que no sabía bien dónde estaban los documentos y que probablemente los del mitin de repudio del Chaplin eran militares –eso último no sé bien por qué lo dijo. Ante el hecho irrefutable del tiempo vencido, nos pidió paciencia y que regresáramos por allí el martes a las ocho y media.
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El martes por la mañana nos reconocieron enseguida, a pesar de que mi caso no tiene respuesta todo el mundo está al tanto. Esta vez la espera fue de una hora y media más o menos. Cuando la secretaria me mandó a subir al primer piso dijo, literalmente:
- Sube solita.
- Prefería subir con él.

Cualquiera sabe que sin el abogado no se va ni a la esquina. Además, entre subir sin el Doctor Vallín y no subir, me quedo con la segunda. Allí nos atendió otra fiscal: mi fiscal sigue de vacaciones y, aunque mi caso tiene respuesta, lo que pasa es que ellos no la saben porque ella está de vacaciones. Así es la vida, aunque la ley no esté muy clara al respecto.

Antes de irme la secretaria me levantó un acta de reclamación. Me dieron un teléfono para que llame y pueda estar al tanto de lo que sucede con mi caso (hoy llamé pero no estaba la persona encargada de mí) y un papelito que equivale a sesenta días más de prórroga para responder.

martes, 23 de noviembre de 2010

El periodismo como fe de vida, entrevista telefónica con Pedro Argüelles Morán #liberenlosYA

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En el año 2003 fueron arrestados en sólo cuatro días 75 cubanos. ¿El delito? Ser activistas políticos pro-democracia, luchadores por los derechos humanos o simplemente periodistas independientes de la línea hegemónica del único partido político cubano, el Comunista. Pedro Argüelles Morán fue uno de ellos.

Siete años después –sobre las mismas bases arbitrarias de las encarcelaciones- supimos a través de un comunicado de la Iglesia Católica Cubana que el gobierno se había comprometido a liberarlos en un plazo de, paradoja injusta, cuatro meses.

El pasado siete de noviembre expiró el largo periodo que otorgó el gobierno cubano para devolverle la libertad a los inocentes y nos encontramos frente a una triste certeza: Sólo han sido excarcelados de los 75 aquellos que aceptaron una dolorosa condición, el exilio. De los que sueñan con regresar a sus hogares sólo uno está en su casa. Los once restantes presencian desde las prisiones el gotear de la mentira sobre la promesa incumplida de un gobierno sin palabra.

1- Pedro, usted tiene sesenta y dos años de edad, lleva siete años preso y está condenado a veinte. El gobierno cubano se comprometió a su liberación pero aún no cumple su palabra. Está reconocido como preso de conciencia por Amnistía Internacional y es uno de los periodistas independientes que quieren vivir en Cuba y exige salir de la celda para su casa. Cuénteme qué hacía en el año 2003, antes de ser apresado.
Quisiera corregirte un error: llevo preso siete años, ocho meses y dos días.
Yo ejercía como periodista independiente en la Provincia de Ciego de Ávila. Teníamos una agencia de prensa pequeñita “Cooperativa Avileña de Periodistas Independientes” (CAPI). Y éramos varios hermanos: Pablo Pacheco Ávila, mi amigo y mi compañero; Oscar Ayala Muñoz, un moronero, o sea, de Morón, una gente tremenda, economista, profesor de economía de la Universidad de Ciego de Ávila y en la escuela de economía de Morón, y algunos otros hermanos más.
Tratábamos de escribir sobre la realidad, denunciábamos las violaciones de los Derechos Humanos y escribíamos sobre aquellos temas que la prensa oficialista no toca ni con el pétalo de una rosa.
En síntesis: hacíamos periodismo independiente.
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2- ¿Cómo eran las publicaciones?
Vertíamos paquetes de información en Internet, sobre todo en Nueva Prensa Cubana, y también Radio Martí y otros medios, sobre todo on-line. No teníamos un fin concreto ni exclusividad en las noticias que emitíamos: la información estaba abierta a todos los medios que quisieran servirse de ella.
3- Me parece imprescindible conocer los detalles de su arresto. ¿Cuándo fue, a qué hora, cómo sucedió? ¿Hubo irregularidades?
Fui secuestrado como rehén por la policía política castrista el 18 de marzo de 2003.
Días previos yo me había medio encerrado en mi casa para leer unos libros que me habían llegado (prohibidos por supuesto por la dictadura y clasificados como “propaganda enemiga”). Estaban las memorias de Huber Matos “Cómo llegó la noche”, “Narcotráfico: tarea revolucionaria” de Norberto Fuentes y en el momento del secuestro estaba leyendo “Las guerras secretas de Fidel Castro” de Juan Francisco Benemeli. Llevaba solamente leídas ochenta o noventa páginas cuando me llevaron.
Ese día mi esposa iba para La Habana a pasar unos días con su hijo. Alrededor de las cuatro menos cuarto de la tarde yo bajaba las escaleras –vivo en un tercer piso- para ir al supermercado mientras subía una invasión de trece o catorce agentes de la policía política. Me interceptaron en la escalera, no llegué ni al segundo piso. Me dijeron que no podía ir a ningún lugar, que estaba arrestado y que iban a registrar la casa.
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Uno de los agentes tenía una cámara de video, otro una cámara de fotos e iban sacando imágenes todo el tiempo.
El registro empezó pasadas las cuatro, porque hicieron el paripé de ir a buscar dos testigos. Algo que me llamó la atención fue que ningún vecino quiso participar y por eso se demoraron en empezar. Finalmente encontraron dos y cuando uno de ellos dio el carnet para asentar el acta, pude ver que la dirección era de La Habana, ni siquiera de aquí de Ciego de Ávila; el otro era un SEPSA, Servicio Especializado de Protección Sociedad Anónima, es decir, una agencia del Ministerio del Interior para custodiar las tiendas recaudadoras de divisas y esas cosas. Ése, por supuesto, no se pudo negar y sí vivía en el edificio mío, pero en el otro hueco de escalera.
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Yo estaba muy preocupado, ya me habían dicho que estaba arrestado y me esposa se había ido para la capital. Estaba solo en el apartamento con mis dos perros (una pareja de salchichas) y mi preocupación era dejarlos solos. Tenía que lograr avisarle a alguien para que se hiciera cargo de ellos.
A las cinco y pico tocaron a la puerta y cuando abrieron entró mi esposa. Me explicó que la fueron a buscar a la terminal y le informaron que en su casa había un registro.
Todo terminó alrededor de las once de la noche porque encontraron el archivo mío. No es que estuviese escondido sino en una habitación que yo utilizaba como oficina y que no tenía luz porque se había fundido el bombillo. Encontraron dos o tres jabas llenas de escritos, denuncias y el que estaba al frente del registro dijo: Si nos ponemos a leer una a una terminamos pasado mañana, vamos a contarlas nada más. Fueron cerca de novecientos escritos.
A esa hora me condujeron a los calabozos de la Seguridad del Estado.
4- Antes de terminar con el registro. ¿La orden estaba firmada por las correspondientes instancias? ¿Reunía los requisitos legales de validez?
La orden de registro nunca me la enseñaron. Yo les pregunté ¿Ustedes tienen una orden de registro, una orden de arresto? Ellos respondieron “Tenemos una orden de registro” y se metieron en la casa. Tampoco me enseñaron la orden de arresto.
Había un oficial de la seguridad del estado que supuestamente llevaba el acta y anotaba lo que los otros encontraban. No encontraron bombas, ni revólveres, ni pistolas, ni fusiles, ni granadas, ni un plan de nada. Encontraron una máquina de escribir, una cámara de video, lápices, bolígrafos…materiales de oficina para hacer periodismo independiente. Además de libros, revistas, literatura, poesía. Nada más.
Eso presentaron en mi juicio para decir que yo era un mercenario.
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5- Su familia, ¿cómo asumió la debacle de sus vidas?
Imagínate, mi esposa iba para la Habana y la interceptaron: Su esposo está arrestado, en su casa hay un registro. Hacía muchos años que yo hacía activismo pro derechos humanos y después periodismo independiente. De alguna manera estaba acostumbrada, ya yo había sufrido prisión en el 95 y el 96. No fue ni el primer registro ni el primer arresto.
Ella sabía que como una espada de Damocles pendía sobre mi cabeza un posible encarcelamiento, pero siempre es sorpresivo.
No sabíamos que comenzaba una ola represiva que duraría cuatro días. Por ejemplo, el mismo 18, cerca de las ocho de la noche Pablo pasó por la casa en medio del registro. Un oficial de la Seguridad del Estado le dijo: Pablo Pacheco, retírese que Argüelles está arrestado.
Al día siguiente por la tarde, estando yo en los calabozos, me empiezan a llamar y a llamar. Era Pablito, lo acababan de arrestar a él y lo habían traído también para un calabozo. Ahí fue que supe que había hablado con Raúl Rivero y que los arrestos eran a nivel nacional.
6- ¿Bajo qué cargos específicos fue usted condenado y cómo fue el proceder del tribunal? ¿Qué pruebas se exhibieron en el juicio? ¿Su abogado lo defendió?
Yo le pregunté al capitán aún en mi casa ¿Por qué me arrestan? Y él me dijo: Por violación de la ley 88.
El juicio fue el viernes 4 de abril en el Tribunal Provincia de Ciego de Ávila. Duró desde las nueve de la mañana hasta las cuatro de la tarde. Hubo un gran despliegue policial, el carro en el que yo iba estaba custodiado por patrullas y policías. Cerraron las calles cercanas al tribunal. Un oficial de instrucción desde días antes nos pidió la lista de los familiares que asistirían al juicio y los no familiares no podían entrar.
Cuando llegamos a la sala ya estaba llena de gente del Partido Comunista, de las FAR, del MININT, grupos sindicales…gente de ellos, pro-castristas. Familiares míos sólo mi esposa y mi hermana, y de Pablo, su esposa, su hijo y no recuerdo si un hermano.
Yo no acepté abogado y me pusieron una de oficio. Una muchacha recién graduada, yo fui su primer caso. Sólo nos vimos una vez antes del juicio: media hora en la misma sala en la que me hacían los interrogatorios los oficiales de la seguridad del estado. Ella en definitiva, lo que es defender, no defendió nada porque no podía.
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Pablito sí nombró a una abogada. A mí me daba mucha gracia, porque cuando ella se refería a nosotros decía “los contrarrevolucionarios” y yo pensaba “si esta es la abogada y nos llama contrarrevolucionarios…”. Un detalle curioso, esa misma abogada de Pablo, que era contratada, unos años después se fue por el bombo con su esposo para los Estados Unidos.
Sin embargo la abogada defensora mía hizo mucho mejor papel y nunca me llamó contrarrevolucionario. Cuando yo iba a hablar la presidenta del tribunal me torpedeaba, no me dejó decir ni media palabra y ella, incluso, protestaba. Durante el receso para almorzar me dijo: Sigue protestando, yo también voy a protestar porque no te han dejado hablar en tu defensa.
Fue un juicio muy amañado, se sabía que allí no iba a pasar nada. No hubo testigos a favor de nosotros. La fiscalía llevó gente del CDR de Pablo porque de mi cuadra no fue nadie.
En la petición fiscal mía -es decir, en las conclusiones provisionales del fiscal- venían dos reclusos de aquí de la Prisión Provincial de Canaleta que supuestamente iban a testificar al juicio por una denuncia que yo había sacado por Radio Martí sobre asistencia médica de ellos. Tampoco fueron y entonces presentaron a una doctora de los Servicios Médicos del Ministerio del Interior, especialista en dermatología. Ella dijo que los jueves o viernes daba consulta en la prisión y que la asistencia médica era muy buena.
La petición fiscal fue de veintiséis años y me condenaron por sanción única y conjunta a veinte años. El secretario del tribunal provincial me la entregó a la mañana siguiente del juicio.
7- Las cárceles cubanas son impresentables. El relator para la tortura y los malos tratos no pudo visitar Cuba el año pasado por falta de voluntad por parte del gobierno cubano. Cuénteme de su vida en prisión, del periodismo tras los barrotes, de cómo ha logrado mantener su moral y sus principios en condiciones tan terribles.
Yo hablo siempre por mí, y también por mis hermanos, pero en este caso por mí: yo estoy muy convencido de lo que estoy haciendo y desde que me inicié en esta lid en el año 1992 sabía a todo lo que me exponía. Sabía los riesgos que tendría que correr y los sacrificios que tendría que hacer. Podían expulsarme del centro de trabajo. Me vigilarían y sería declarado oficialmente no persona por denunciar las violaciones a los derechos humanos. Porque Cuba es signataria de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
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Aquí adentro uno vive en condiciones pésimas, un hacinamiento increíble, mala alimentación y atención médica. La chivatería -hablando en los términos populares- es enorme, los informantes de la policía son por millones. Estoy constantemente observado, hay muchos ojos arriba de mí porque cada vez que hay una violación a los derechos humanos yo lo investigo y lo denuncio a riesgo de lo que pueda pasar.
Trabajar y escribir dentro de la cárcel no es fácil. La vida aquí es dura: esto no es un círculo infantil, ni una escuela en el campo, ni una escuela urbana. Esto es una prisión con una serie de elementos psicodélicos, psiquiátricos, retrasos mentales, gente peligrosa que ha asesinado, ha violado, que ha cometido todo tipo de delitos. Gente que nunca saldrá de la cárcel. Es un basurero social y tú estás obligado a convivir con todo. Hay también, claro, personas normales, buenas que nunca debieron venir a prisión o que fueron excesivamente sancionadas por cualquier bobería.
Todo el tiempo le informan a la policía lo que haces, con quién hablas y te reúnes. Pero hay que seguir adelante aunque el medio sea hostil.
Las condiciones sanitarias son pésimas. Yo estoy en un cubículo con capacidad para dos personas y estamos viviendo seis, porque hay dos literas de tres camas cada una. Los baños son huecos en el piso y ponen el agua dos veces al día. Un agua que no es potable y es para todo: para tomar, para bañarse, para limpiar.
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La atención médica es terrible. Por ejemplo, aquí hay un muchacho que desde el día diez tiene ordenada una placa de rayos X y no se la han hecho: cuando no es que el guardia no lo puede llevar, es que el técnico no vino. Hay casos en que logras que el médico venga y te recete un medicamento, entonces pasan ocho, diez días y la medicina no llega. No hay nada, a veces llegas a la enfermería para comprobar que no hay ni duralgina.
En términos generales vas a la enfermería y es por gusto –ellos mismos lo dicen- porque te ve el médico y no te hace caso. Ha habido muchos casos de muertes aquí en la cárcel por falta de atención médica, yo he denunciado unos cuantos.
El personal de la prisión siempre justifica las muertes de alguna forma. En definitiva el sistema es uno sólo: todo es estatal y todos responden al gobierno. Los médicos son jóvenes que se acaban de graduar y sus primeras actividades laborales son aquí como servicio social. Antes de comenzar a trabajar los reúnen en la dirección de la prisión y les dicen que la población finge que se siente mal para ir a la enfermería para traficar con psicofármacos, para mirar a las enfermeras. Entonces ese médico te ve a ti como a un fingidor y como tal te atiende. Por otro lado las doctoras, las mujeres, empiezan a tener relaciones con la jefatura de la prisión y se sienten amparadas para hacer una labor profesional pésima.
Poster-10_no-comment8- ¿Cree que será finalmente liberado? ¿Qué es lo primero que hará cuando sea de nuevo un hombre libre?
Yo hablaría de excarcelado, porque yo me siento libre aunque esté preso. Pienso que sí, que en algún momento de algún día de algún mes de algún año me van a excarcelar. Lo primero que haría sería llamar por teléfono a mi hermano Guillermo El Coco Fariñas y decirle que ya estoy en mi casa, con mi esposa. Y mi primera salida sería para ir a Santa Clara a verlo y darle un abrazo.
Después continuar con mi lucha pacífica, civilista a favor del respeto de los derechos, las libertades y la dignidad de la persona humana.


Pero aunque no me excarcelen, desde aquí de la prisión de Canaleta o desde cualquier otra prisión a la que me confinen, seguiré defendiendo la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

sábado, 20 de noviembre de 2010

El tiempo que no pasa

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Ediciones Vitral "Dulce María Loynaz", tercera edición, noviembre de 2002
Me ha sucedido ya varias veces que al leer un cuento, una novela o ver una película de los años sesenta, me queda la sensación de vivir el mismo tiempo del autor. Estamos estancados en un período inmóvil. Hemos llegado al 2010 pero nos quedamos anclados a un islote del siglo veinte y no podemos escapar.

He leído una carta de Dulce María Loynaz en una vieja edición de la revista Vitral del año 2002. Me quedo un rato en los nombres del Consejo Editorial y en Dagoberto Valdés y descubro con dolor que estoy mirando el espíritu de una revista asesinada.

Me siento blasfema al escribir antes de compartir esta carta de una mujer a la que admiro con vehemencia y que parece, además, escrita ayer. Envidio con recelo su fe y su relación con el espíritu, envidio su capacidad para ver a dios en todos los caminos oscuros de la vida. Yo soy hija de otro tipo de misticismo, pagano quizás, y también menos íntimo. Sin embargo no quería dejar pasar mi pequeño homenaje a Vitral y a Dagoberto, que durante tanto tiempo mantuvieron una revista libertaria en esta isla, donde la libertad es un delito que se paga con la cárcel.

Carta de Cuba a San Martín


La Habana mayo 9 de 1962
Sr San Martín de Loynaz Amunabarro
                                            Presente

Con la pluma en la mano y el papel delante de los ojos, no sé aun cómo encabezar esta carta que me estoy atreviendo a dirigirte: no sé si poner, por ejemplo, “Venerado Santo y antecesor mío” o más bien sencillamente “Amado San Martín” o acaso “Mi celeste tío-abuelo”…
Ninguno de estos giros me complace: el primero me suena un poco pomposo y engolado; el segundo a cosa demasiado familiar y el tercero a vana exageración.
Sin embargo, de alguna manera he de llamarte y también de manera algo distinta ya que al fin y al cabo, si tú eres un santo, yo soy por uno de esos misteriosos caminos de la sangre tu humilde y mínima parienta.
Cierto que el parentesco es muy lejano, pero lejano y todo hay que contarme entre los descendientes del mismo tronco tuyo –que no fueron muchos- y aún entre ésos soy de los que llevan tu apellido en primer término, que son bastante menos. Y basta ya de enumerar los títulos; por lo demás, no tengo otros, o por lo menos, ninguno que aquí cuente.
Así pues ¿Cómo he de saludarte San Martín de la Ascensión Loynaz, en este día de gloria para ti y para nosotros, al celebrar tus bodas místicas, tu hermoso advenimiento a los altares?
¡Cuán arduo se me hace invocarte con algo más que el nombre, saludar en ti este gozo mío de ser brizna de hierba donde tú eres magna eclosión de lirios!
Bien se ve que no acierto a darte el adecuado tratamiento mas no por ello habré de detenerme y esta carta la vas a recibir por encima de todos mis tropiezos.
¿La recibirás de veras?
Olvida la pregunta Santo mío; yo olvidaré por un momento cuantas millas de cielo nos separan, cuantos millones de años luz o de años sombra, cuanta dureza de mi corazón incapaz de reconocerte aunque ahora mismo me tendieras la mano.
No importa, yo te escribo; pese a estos titubeos que me ves, escribir es lo único que hago más bien que mal en esta vida mía. Perdona la franqueza, te lo digo porque no sé si tú lo sabes. Es, pues, el medio más seguro que tengo de llegar a lo que quiero.
Sabrás también –porque eso sí te consta- que nunca te pedí cosa alguna, por más que del mentado parentesco tan ufana me sienta. Nunca tampoco para alcanzar favor que por otra razón no merecía, recordé en mis plegarias tu derramada sangre de la cual una gota siquiera habrá en la mía. No estaba bien hacerlo, desde luego, ni es cordura tratar en términos mundanos los asuntos del cielo. Pero tal vez a otros les hubiera tentado la ocasión, que un lenguaje tenemos y en él habemos de expresarnos.
Bueno, pues he aquí que vengo a hacer lo que jamás hiciera: vengo a pedirte si, por esa misma gota de sangre que nos une, que esta vez te dispongas a escucharme: es necesario que tú vuelvas los ojos, siempre elevados, siempre en éxtasis, y los hagas descender, como por un abismo, se es preciso, hasta encontrar los míos que te buscan, que se parecen quizá a los de alguna de tus hermanas, aquellas cándidas Marías con quienes jugabas de niño bajo los castañares del solar paterno. Es perentorio, imprescindible que me escuches hoy que vengo a pedirte por mi tierra.
Podría añadir que no pido para mí, pero eso no sería exacto. Si pido para ella, estoy pidiendo para mí, porque la suerte de mi tierra es mi suerte, su dolor mi dolor, su sangre, la mía, como también la tuya un poco.
Personalmente, ya tú ves…Nunca tuve menos y nunca me ha sobrado tanto. Buena madera de pobre me dio el Señor, bien que ni tú ni yo lo sospecháramos.
Empero pobre o rica, sola o rodeada de calor humano, ligada estoy a mi país, como te dije, y no sabría apartarme de él. Otros lo han hecho y allá ellos. Hablo por mí, naturalmente. También hay gentes con teorías nuevas y dicen que en el mundo no debe haber fronteras, sino un solo sistema de vivir, una sola medida, un solo pensamiento. Tal vez tengan razón, yo no lo sé; confieso que te escribo en una gran confusión de alma. No obstante me parece que con la tierra nuestra nos sucede lo que con esos órganos vitales y entrañables: no nos apercibimos de su existencia hasta que duelen.
La mía duele ahora ¡Y cómo duele! Yo creo que el clamor haya llegado allá donde tú moras rodeado de ángeles próximo a la inefable Presencia. Y entonces no te cuento nada nuevo si te digo que aquella isla niña que una vez traje riendo de la mano, aquella novia de Colón, aquella benjamina bien amada, ya no es niña, ni es novia: es la más desolada de las madres porque tiene que serlo la que ve a sus hijos despedazándose entre sí, cegados por la sangre, por la fiebre del odio, por la ira; es huérfana en los hijos de estos hijos, es viuda en las mujeres que dejaron atrás y manca en el hermano que se amputó a su hermano.
La isla niña ha envejecido siglos en apenas dos lustros: sobre la curva de la espalda lleva una carga de pecados propios que casi pesan más que las desgracias. De nada vale discernir quiénes los cometieron: de todos modos será ella la que lleve la carga.
La isla tiene sed: también el cielo le ha negado el agua. Pero no es la falta de agua, ni la falta de pan si el pan faltase; te aseguro que el ánimo no flaquearía por eso. Es la falta de amor, de caridad, es la ambición de unos y la torpeza de otros y la soberbia, la soberbia de todos.
Yo sé que este dolor no es un dolor nuevo, no es dolor que estrenemos nosotros: sé que en tu propia tierra lo padeciste con los tuyos y aún la memoria de la sal pasada amarga el agua de tus ríos. Sé también que no es este o aquel pedazo del planeta, sino el planeta mismo el que arde en la pira de tantas guerras, persecuciones y mentiras.
Pero eso justamente debe moverte a oír a quien te implora, pues su razón no es la razón de coto adentro. Tú, que te echaste a andar por los caminos de la tierra y sobre ella elegiste el más difícil para llegar a donde estás, vuelve sobre tus pasos: no te detenga lo que antes no te detuvo y aunque sea por sólo una jornada regresa a nuestro dolor de humanos, a nuestras calamidades y miserias.
Vuelve aunque sea a rescatar las almas ya que ese fue tu oficio. Y no te arredre el ver que en este siglo es más difícil cristianizar cristianos que en el tuyo moriscos y judíos.
Estos cristianos de hoy clavan a Dios todos los días en una cruz que nadie vela ya, en donde Dios está solo.
Hay que evangelizar a los que vosotros dabais por evangelizados, San Martín; hay que enseñarles otra vez a rezar el Padre Nuestro.
Tú pensarás que es mucho lo que pido, y yo también lo pienso. El diálogo es posible con salvajes inocentes y crueles; al menos muchas veces es posible. Pero nunca lo es con estos hombres civilizados, llenos de ciencia y de orgullo, llenos hasta de filosofía. No lo es, no lo es con estos hombres, aunque por conseguirlo estuvieses dispuesto, como entonces, a pagar con el precio de tu vida.
Nunca te escucharían porque ellos son siempre los que hablan. Y ciertamente no habrán sino más ponzoñosas las flechas de los indios o las lanzas de los idólatras. Ni más ponzoñosas ni más certeras.
Los pecados de las gentes que fuiste a convertir, eran pecados de ignorancia: los que por esta banda nos dejaste, son ya pecados de sabiduría. Triste es desconocer el divino mensaje, pero más triste es todavía haberlo conocido y olvidarlo.
Ahora no es allá donde tenéis que ir vosotros; es aquí donde tenéis que quedaros. Es aquí, en el mundo civilizado, donde está vuestro puesto, vuestra misión, y si lo quiere Dios, vuestro martirio.
No tengo tras de mí una gran causa que defender, una luz que difundir, no soy valiente como tú, como tus compañeros, como tantos que hubo y hay todavía; el miedo muchas veces se me ha enroscado a la garganta y si no me avergüenzo de decirlo es porque en cierto modo tengo derecho al miedo ya que yo nada sirvo, nada valgo. Pero aún siendo así, aquí me tienes escribiendo una carta…
Que ella alcance gracia a tus ojos y tú la alcances para el mundo. Y si el mundo es muy grande, para Cuba, y Cuba sea al fin tu tierra de gracia.
Bálsamo pido para tus heridas a aquel que puede darlo. Pídelo tú conmigo que hoy es tu día y nada te va a ser negado.
Pídelo hoy, cuando el júbilo de las campanas se extienda a todo lo ancho de tus valles, allá en la noble tierra vasca donde tengo amistad, raíz y nombre.
Pídelo hoy, cuando los tuyos se regocijan de contarte la primera centuria en el coro de los Bienaventurados.
Pídelo, sí, y perdona que en medio de la fiesta alce mi voz quebrada. Pero yo, ¿qué iba a hacer con estas penas, con estas locuras que te escribo, con esta isla que te dejo como una roja flor, como una flor ensangrentada?
Eso tenía que decirte: ahora eres tú quien tiene la palabra.
Queda a tus pies,
Dulce María Loynaz

viernes, 19 de noviembre de 2010

lunes, 15 de noviembre de 2010

No digas nada, clip de Angelo Del Castillo y música del Ciro



Y el clip anterior del mismo tema "No digas nada", de Rubén Cruces

jueves, 11 de noviembre de 2010

Una anécdota tragicómica

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Foto: Claudio Fuentes Madan

Uno dice a veces “lo que me pasa a mí no le pasa a nadie” sin medir efectivamente las posibilidades reales de un evento extraordinario, personal y único en el mundo. Pero cuando me contaron la historia que ahora comparto con ustedes me quedé, de verdad, lela. No sólo por lo insólito de la situación, sino porque una vez más dan ganas de llorar ver el estado de enajenación (ése del que hablaba el marxismo) a la que la sociedad comunista puede llevar al individuo.

Estaba sentado en la parada esperando la guagua para ir para Playa cuando una viejita le rogó que la acompañara hasta el Calixto García -Niño, por favor, no puedo caminar y tengo turno médico. Asumir una ruta contraria por altruismo es típico de almas nobles, y él, pues bueno, cuenta con una. Renunció a su itinerario, paró un carro de alquiler en Línea y se montó con la anciana rumbo a G y 27, en el Vedado.

Por el camino ella le contó que estaba sola en Cuba, que nadie la cuidaba, que atención social le había rebajado el dinero asignado para sus medicinas, que estaba enferma y que su vejez se hundía en una profunda y desoladora miseria. Había solicitado una empleada para que la cuidara, pero el proceso era largo y aún nada. Él, callado, la escuchaba con impotencia y sentía una pesada responsabilidad sobre sus hombros.
 
Llegaron a la consulta. Daba tanta lástima su deplorable estado que la dejaron pasar de primera en la cola. Él se quedó con ella para poder después llevarla hasta su casa. Mientras los minutos pasaban se pusieron a conversar con el resto de los enfermos y para estupefacción del héroe de esta anécdota la víctima exclamó:
- Es cierto que tenemos necesidades ¡Pero Fidel nunca nos ha abandonado!

Harapienta y a media voz dedicó hasta el último instante de la espera al elogio de ese hombre y cuando al fin la llamaron descubrió que su consulta no era allí y tuvo que volver a sacar turno con otro médico. Él, aún en silencio, la llevó hasta un nuevo taxi y le pagó al chofer para que la dejara en la puerta de su casa. Antes de que el carro arrancara le dijo:
- Señora, antes de despedirnos quería decirle que yo soy un disidente.

lunes, 8 de noviembre de 2010

Cuatro meses #liberenlosYa

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Foto: Orlando Luis Pardo Lazo
Los pesimistas –entre los que me incluyo- considerábamos que al finalizar el plazo y sólo después, serían liberados los prisioneros del grupo de los 75 que no aceptaron aquello de “el avión o la cárcel”. Sin embargo cualquier negativismo es ínfimo cuando se trata de las mentiras del gobierno cubano, acostumbrarse a ser engañado una y otra vez no es cosa sencilla. Cuando escucho la voz de Arguelles en el teléfono se me aprieta el corazón. Espero impaciente la llamada que no llega: ésa que me hará desde su casa. Pero cada semana es la decepción, la impaciencia, la tristeza por saber que habla desde la prisión de Canaleta, en Ciego de Ávila.

Las falsedades de Raúl Castro, el Partido Comunista y todo el aparato gubernamental son el pan nuestro de cada día. Por eso ahora sólo me queda esperar un comunicado de la Iglesia Católica ¿no? A fin de cuentas fue el Cardenal el que dijo que el General dijo que en cuatro meses...

sábado, 6 de noviembre de 2010

La lejana colina

DINOweb
Foto-montaje de un amigo anónimo

Mi amiga Evelyn es una mujer feliz. Ha pasado mil penurias a lo largo de su juventud pero ahora que se acerca a los cuarenta mira hacia atrás y el saldo es más que positivo. A mí, que soy más joven, me despierta admiración: su hijita es preciosa, su vida profesional anda viento en popa y vive de acuerdo a sus principios y sus ideas -esto último está en peligro de extinción. Nos conocimos cuando yo tenía diecisiete años y desde entonces ya no votaba ni participaba en ninguna de las puestas en escena montadas por el gobierno y actuadas con miedo y doble moral por el pueblo.

Evelyn no pudo estudiar en la universidad. Cuando estaba en la vocacional Lenin sus compañeros de aula le quitaron el aval político. Ella reclamó en la provincia y en la apelación su clase levantó la mano por segunda vez para marcar su expediente de por vida. No era periodista independiente, ni militaba en ningún partido, ni andaba predicando por el pasillo central con la declaración universal de los derechos humanos. Era, simplemente, una adolescente medio rocker, medio trova.

Los años pasaron y de aquel grupo de la Lenin no quedó casi ninguno en Cuba. A la cuenta de facebook de Evelyn a veces llegan las solicitudes de amistad de esos que una vez mantuvieron las manos en alto para troncharle la vida. Pareciera que vivir en Francia, Canadá, España o Los Estados Unidos es como una gran confesión que lava todos los pecados y da derecho a exigir el perdón incondicional de las víctimas. Pero mi amiga no olvida. Jamás se vengará, no permitirá que el rencor la carcoma. Sin embargo, para “amistades de facebook” y fiestecitas del grupo cuando vienen a Cuba, se pueden cansar de invitarla: ella siempre dirá no.

viernes, 5 de noviembre de 2010

Catástrofe

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Foto: Generación Y
Estábamos esperando un transporte en 23 cuando sonó el móvil de Ernesto Morales. Era Yoani Sánchez preocupada porque él podía haber tomado el vuelo 883 de AeroCaribbean. Nos quedamos unos segundos anonadados y luego Ernesto me dijo:
- Yo iba a viajar en ese avión.

Me siento impotente para expresar el horror que implica la caída en picada de un avión de pasajeros, el transporte más seguro que existe, según las estadísticas. El más seguro y sin embargo uno de los más brutales cuando falla la regla. Sin sobrevivientes, el vuelo Santiago de Cuba-La Habana ha dejado una estela de horror en el cielo cubano.






Lista de Fallecidos, tomada de Diario de Cuba

Pasajeros Cubanos:
1- Guillermo Pinero Barros, Cuba
2- Guillermo López López, Cuba
3- Mercedes Cruz Pérez, Cuba
4- Humberto Rodríguez López, Cuba
5- Humberto Espinosa Texidor, Cuba
6- Damaris Ocaña Robert, Cuba
7- Yolennis Díaz Delgado, Cuba
8- René Espinosa Mora, Cuba
9- Frank Román Valido, Cuba
10- Gladis Soublet Bravo, Cuba
11- Juan Mazorra Soublet, Cuba
12- José Arseo Valdés, Cuba
13- Isora Silva Hierrezuelo, Cuba
14- Olga de la Cruz de la Llera, Cuba
15- Rosa Calcedo Reyes, Cuba
16- Jorge Carballo Abreu, Cuba
17- Juan Manuel Pérez Salgado, Cuba
18- Carlos Prado Perera, Cuba
19- Ángel Prado Perera, Cuba
20- Aurora Pons Porrata, Cuba
21- Lourdes Figueroa Sangrong, Cuba
22- Rosmery Ochoa Gordon, Cuba
23- Carmen Miranda Martínez, Cuba
24- Maritza Alfonso Duarte, Cuba
25- Ricardo Junero Rodríguez, Cuba
26- Daineris Venero Acosta, Cuba
27- Andrea Gordon Figueroa, Cuba
28- Orlando Beirut Rodríguez, Cuba
29- Osmar Moreno Pérez, Cuba
30- Deisy Clemente Consuegra, Cuba
31- Leonor Ruiz Méndez, Cuba
32- José Ruiz Fernández, Cuba
33- Odalys Portales Silva, Cuba

Miembros de la tripulación:
34- Ángel Villa Martínez, Cuba
35- Luis Lima Rodríguez, Cuba
36- Raciel Echevarría Lescano, Cuba
37- Martha María Torres Figueroa, Cuba
38- Fara Guillén Brito, Cuba
39- Juan Carlos Banderas Ferrer, Cuba
40- Andy César Galano, Cuba

Pasajeros de otras nacionalidades:
41- Renata Enockl, Alemania
42- Harald Niekaper Lars, Alemania
43- Maria Pastores, Argentina
44- Alberto Croce, Argentina
45- Stella Croce, Argentina
46- Carlos Sánchez Marcelo, Argentina
47- Miriam Galucci de Sánchez, Argentina
48- Aruro González, Argentina
49- Silvia Ferrari, Argentina
50- Norma Peláez, Argentina
51- Virginio Viarengo, Argentina
52- Jacqueline Cunningham, Austria
53- Barbara Crossin, Austria
54- Manuel González Asencio, España
55- William Mangae Kambi, Francia
56- Hans Vanschuppen, Holanda
57- Dirk Vandam, Holanda
58- Walter Vanderberg, Holanda
59- Rafaelle Pugliese, Italia
60- Yoko Umehara, Japón
61- Lorenzo Mendoza Cervantes, México
62- Daniel González Esquivel, México
63- Luis Pérez, México
64- Jesús Rangel Medina, México
65- Cynthia Pérez García, México
66- Mario Pérez Rulgines, México
67- Claudia García Castillo, México
68- Cándida Elchaer, Venezuela

lunes, 1 de noviembre de 2010

El desencanto

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Foto: Claudio Fuentes Madan

Viene caminando por la misma acera que yo y no puede evitar saludarme. Lo comprendo. Es débil porque yo fui su fan. El ego de saber: esa Claudia me admiraba mucho y siempre me pedía por email mis cuentos. Lo que él no sabe es que al escritor que yo admiraba por su prosa atrevida en medio de la debacle “después del realismo socialista” ha muerto. Ese tipo que ahora me dice “Hola” con una sonrisa de oreja a oreja es un fantasma que por 100 dólares al mes en su móvil, una computadora nueva en su casa, una motico y una plaza que jamás quedará “disponible” en Cubasí, escribe sandeces sobre Yoani Sánchez y hasta se atreve a llamarla terrorista.

Lo miro anonadada. Pienso que si tuviese un poco de honor no me dirigiría la palabra. Me río de mi misma ¿honor? ¡Qué gran palabra para una Cuba tan devastada! Quiero decirle que lamento mucho su muerte, que le vendió su alma al diablo, que no debería saludarme, que me ignore la próxima vez que me vea y que me inspira un profundo y desagradable desprecio. Pero me da lástima.
- He leído lo que escribes ahora de Yoani. ¿Por qué te has dejado usar para eso? ¿Por qué no has escrito sobre mí? ¿Estás esperando la orden?
- No es lo mismo.
- Por supuesto que es lo mismo. Es una pena que esté apurada. Igual tú lo sabes: es lo mismo.

Ya nos alejábamos uno del otro dando pasos hacia atrás. El repetía “No es lo mismo” mientras yo muda apuraba el paso. Espero no tener que verlo nunca más.

Llegué a mi casa y volví a releer aquel primer cuento que tanto me impresionó hace unos seis años. Me volvió a gustar y sentí pena por ese hombre que enterró su pluma en el estómago putrefacto de la represión. No me cupo ninguna duda: algunas almas mueren en vida.