domingo, 27 de febrero de 2011

Voces 6

voces6

viernes, 25 de febrero de 2011

Preludios

ninahabanavieja
Foto: Leandro Feal
Hay dos Cubas, una en la que nunca pasa nada y otra revuelta, que bulle y no para de mandarme señales de cambio. La vida me mueve de una a la otra y no puedo nunca estar segura de cuál de las dos es la real. En cualquier caso la cúpula sobre nuestras cabezas tiembla. Y para saberlo no necesito otra prueba que el miedo que se respira en la Televisión Cubana, en el Noticiero Nacional de Televisión, en las calles llenas de segurosos, en el extraño apagón en el cine Chaplin –sede de la Muestra de Jóvenes Realizadores- el 23 de febrero, justo el primer aniversario de la muerte en huelga de hambre de Orlando Zapata Tamayo, en los numerosos arrestos de corta duración, en la paranoia absoluta de esos que pretenden perpetuarse la propiedad de la isla en la que nací.

Miran con ojos desconcertados el Medio Oriente, se tambalean –una vez más- las dictaduras del mundo y aquí el espanto de las cimas llega hasta nosotros. Veo con horror cómo en la televisión no condenan los asesinatos de civiles, acusan a los manifestantes de “jóvenes manipulados por occidente”, justifican las matanzas cometidas por ejército y terminan por apoyar a cuanto dictadorzuelo en el mundo mata por mantener el control.

No hay que ser demasiado suspicaz para cogerle el pulso al temor: han reunido a los jóvenes de las Unión de Jóvenes Comunistas y les han leído la cartilla, de noche los camioncitos de la seguridad del estado hacen recorridos por el Vedado y le piden el carnet a todo muchacho sospechoso, lo que viene siendo lo mismo que a todo muchacho, pues para los ancianos que ostentan el control en Cuba, ser menor de treinta años se ha vuelto un estatus de peligrosidad.

Siempre creí que el miedo era nuestra espada de Damocles y que desde el gobierno nos miraban como ovejillas indefensas y temblorosas. He descubierto que el temblor de los pastores es mayor que el de las ovejas. Que en el Comité Central la paranoia y el miedo se han convertido en política de estado. Aunque lo intenten, por más que aparenten estar cómodos en las sillas del totalitarismo, ellos saben que la madera está podrida y que desaparecerán. Los Dinosaurios van a desaparecer*.

*Los Dinosaurios, de Charly García

lunes, 21 de febrero de 2011

La parada

guaguas
Foto: Claudio Fuentes Madan
Normalmente la 27 se cogía en 23 y 12, justo frente al edificio donde un día los cubanos se enteraron que la Revolución era nada más y nada menos que comunista. Claro, lo llamaron “Declaración del carácter socialista de la Revolución”, pero teniendo en cuenta que detrás de cada carácter estaba el partido comunista soviético, todos supieron lo que venía.

Cincuenta y seis años después los bancos del monumento sólo sirven para esperar la ruta Habana Vieja-Cerro y eso con cierta desconfianza, pues ya se han caído dos balcones del edificio. Hace unas semanas –quizás por temor a que algún balcón sobre la cabeza de un transeúnte creara una atmósfera maldita alrededor de la proclama- lo han empezado a reparar. La 27 ahora tiene un nuevo punto, en 21 y 12. Como nada de esto es publicado en ningún sitio, salvo para los vecinos del barrio y los habituales de la ruta, el resto del personal cree que la guagua para donde siempre. Últimamente hay dos colas de espera, una que se ve desde mi ventana, y la otra en medio de los escombros de la construcción.

El chofer protesta porque tiene que frenar y abrir puertas dos veces y le grita a la gente ¡La parada cambió, ahora es en 21 y 12! Una mujer ofendida responde –Si es que en este país todo cambia y nadie se entera. Entonces el chofer se sorprende: -¿Cambió algo señora? Porque yo creo que aquí no ha cambiado nada de nada. En eso me metí yo, que no puedo dejar de aprovechar las ocasiones, y dije: No se preocupe, no puede faltar mucho para el cambio. La mujer me miró sonriente y el chofer agregó: ojalá niña, ojalá.

viernes, 18 de febrero de 2011

Armonía de espantajos

armonia
Foto: Claudio Fuentes Madan
Siento pena ajena cuando alguien se me acerca para darme una opinión sobre mi país después de 72 horas en él. Sobre todo cuando me resumen la realidad con tres oraciones y una visión “armónica” de la isla, adquirida luego de un recorrido nacional que incluye, por supuesto, Varadero, Trinidad y Viñales. Cuento hasta tres, hasta veinte, hasta cincuenta. No conozco Trinidad, detesto Viñales – sobre todo porque a dos kilómetros hay otro pueblo sin electrificación ni agua potable- y Varadero, obviamente, no es Cuba.

¿Qué responde uno ante la aseveración de que es preferible mantener el gobierno tal cual y no empezar la transición en medio de la crisis capitalista? ¿Cómo explicarle a una persona que la crisis comunista nunca ha terminado? ¿Cómo fundamentar que si existe algo peor que el monopolio es el monopolio de estado? ¿Cómo resumir mis 27 años en esta isla en una conversación de dos horas? ¿Cómo hablar de la corrupción si no hay pruebas? ¿Cómo contar el proceso de purgas en el seno del Partido Comunista desde que Raúl Castro asumió el poder si no sabemos lo que está pasando salvo cuando ruedan las cabecitas defenestradas? ¿Cómo explicarle a alguien –sin ofenderlo- que después de del período especial, la polineuritis y la avitaminosis, la crisis económica mundial suena a chiste primer mundista?

No sé si valga la pena intentarlo. Yo me devano los sesos y siempre me queda la sensación de no haberlo hecho bien, de no haber dicho todo lo que siento, de no poder responder y sentirme tranquila conmigo después. Me desconcierta la pregunta ¿y tú, qué pretendes con tu blog? No sé qué pretendo. No sé hacia donde voy. ¿Cuáles son los objetivos concretos de la libertad salvo ejercerla con libre arbitro? ¿Por qué es tan difícil imaginar que una persona un día decidió ser libre?

martes, 15 de febrero de 2011

El televidente desconcertado

reja
Foto: Claudio Fuentes Madan
Estoy sentada en la computadora con el televisor de fondo –a veces soy medio masoquista- y de pronto una lista llama mi atención: iPod, iPhone, dvd, celulares y memorias flash. La locutora explica que los niños de nuestro tiempo ya saben manejar a la perfección estos implementos tecnológicos. ¿Los cubanos? Recuerdo a los niños de frente a mi casa y no me los imagino “controlando” un iPhone. Estoy segura de que nunca han visto uno.

El programa es Hurón Azul y el tema el acceso informal a la información, especialmente los audiovisuales. ¡Vaya con el título! Ahora en Cuba la información se divide en formal e informal. ¿Cuándo dejaron de existir los medios oficiales que no me enteré? Son pequeñas entrevistas donde especialistas dan su opinión. Me habría encantado decir que se dijo de todo, pero en cuanto a las opiniones, no hubo casi nada. Me admira la capacidad que tengo aύn para sorprenderme con el grado de censura, prurito y mordaza que ostenta nuestra ¿formal? Televisión Nacional.

La locutora nos explicaba cómo el consumo independiente de información está tan generalizado que las personas ya no pueden “discernir” entre las diferentes posibilidades. Un señor aseguró que el público acostumbra a ver cosas infames. Según ellos la producción que más circula no apuesta por la calidad artística ni cultural y los jóvenes –pecado capital- prefieren los shows y las telenovelas. Para matizar el discurso reaccionario alguien interviene y asegura “Yo tengo la libertad de ver lo que quiera”. Aunque podría mejorar su nivel si asume otras propuestas, esas que la institución tiene la responsabilidad de brindarle. El clímax llegó cuando un señor protestó porque hay personas que transitan por la información sin, lamentablemente, ningún control. Según él se debe legislar, hay que ponerle un control a la circulación de material alternativo.

Casi me caigo de la silla. ¿Controlar más el flujo de información en Cuba? Dios mío, pero si estamos en apagón informático, con cincuenta años de atraso y sin demasiadas posibilidades. La prensa, la televisión y la radio responden directamente al Comité Central del Partido Comunista. No hay ni una mínima posibilidad de hacerle la competencia a la massmedia del estado y ellos tienen el cinismo de querer más control. La prensa independiente es acosada por el gobierno y soñar con acceder a cualquier espacio público es una quimera.

¿Cómo podrían controlar más? Es ridículo. Además, todo el tiempo me parece un programa citadino, de una Habana pequeña que va desde Siboney hasta el Vedado, excluyente de los miserables suburbios agonizantes y repletos de gente que nunca ha visto una memoria flash. ¿Cómo pueden hablar de audiovisuales y equipos de DVD -uno de los entrevistados le llama el monstruo DVD, si ve un iPad infarta- cuando gran parte del campo no tiene ni siquiera líneas telefónicas? ¿A quién se le ocurre pensar que una institución es responsable de las telenovelas o los seriales que yo quiero ver? ¿O que tiene que haber una política de control del consumidor incluso cuando éste no mira la televisión ? ¿En qué año están en la televisión cubana?

Las nuevas tecnologías han llegado -ahora ya sin dudas porque ellos mismos los lo dicen- gracias a la tenacidad del cubano de acceder a todo aquello que el gobierno ha intentado arrebatarle. Son un fenómeno aún recién nacido en esta isla y no creo, sinceramente, que tengan ninguna posibilidad de frenarlo. Es difícil encontrar dos colmos al mismo tiempo, sin embargo cuando la locutora concluyó con la rotunda frase “La tecnología, derecho universal de nuestro tiempo”, yo me caí por segunda vez de la silla.

sábado, 12 de febrero de 2011

Mi fe en otra parte

vedado
Foto: Claudio Fuentes Madan
Recibí la llamada de un amigo que hace poco salió de Cuba. En un momento de la conversación sentenció “Esto no es otro país, es otro planeta”. Colgué el teléfono y me sentí alienígena en la tierra. Miro por la ventana y los cables cuelgan destartalados desde los postes como si el ciclón hubiese sido ayer. Llego a 23 y 12 y no hay luz. En 23 y G hay electricidad pero el semáforo es controlado por un policía y la calle está desierta: va a pasar Raúl Castro. Miro una foto de un edificio lleno de cristales -una de esas construcciones modernas llenas de luz- en algún lugar del mundo y me pregunto cuándo La Habana renacerá de sus ruinas. Me siento en el parque y disfruto de los árboles. Hay papeles y churre por todas partes pero aún el aire de mi ciudad me gusta. Me pregunto cuánto tiempo durará ese placer.

Regreso a mi casa. Prendo el televisor y está el noticiero. Fritz Suárez Silva delira sobre un comunicado de Osama Bin Laden. Dudo de mis sentidos. No entiendo si defiende a los terroristas o si habla mal de Obama. Me fundo y apago el televisor. Quiero saber qué pasa en Egipto pero en la televisión cubana lo manipulan todo. Vuelvo a asomarme a la ventana y recuerdo las fotos de la revolución verde iraní. Me da nostalgia. Es ridículo sentir nostalgia por algo que no se ha vivido. Recuerdo el seis de noviembre y a toda la parada de G y 27 mirando con la boca abierta y los ojos estúpidos cómo un grupo de hombres de civil metía a la fuerza a tres mujeres en un carro. Me río. No puedo imaginarme las calles de este Vedado inundadas de jóvenes pidiendo democracia.

No me voy a poner pesimista: siempre me queda la red. Cuando me conecte a Internet se me quitará este mal sabor de la boca. Esta sensación de mundo cambiando y yo en otro planeta. Olvidaré los tres carros negros de Raúl Castro paralizando aún más, aunque parezca imposible, el tiempo de mi realidad. Recordaré que los espacios públicos ya no tienen por qué ser materiales. Volveré a sentir que es posible, que un día va cambiar, que la libertad de mi vida en la red será un día la de mi vida en la calle. No importa cuánto falte. Yo sabré esperar.

jueves, 10 de febrero de 2011

Los malos

ninamala

Como los niños cuando salen en el televisor salto de alegría al ver mi foto en el PowerPoint surrealista de la video conferencia “Campañas enemigas y política de enfrentamiento a los grupúsculos contrarrevolucionarios”. Digo como los niños porque se ve tan mal que tengo que señalarme con el dedo y aclarar “esta soy yo”. Aunque mis amigos no me reconocen por lo borroso de la imagen comparten mi alegría: me siento una estrella de la “ciberguerra mediática” y eso, no se puede negar, es muy divertido. Hemos visto el video como cuatro veces y cada vez me causa más risa. El compañero conferencista de la Seguridad del Estado ha revolucionado el chiste cubano en menos de 72 horas, hay que reconocerle el mérito.

Me he esforzado pero no he logrado tocar el tema en un tono serio: el caso del profe de nuevas tecnologías da grima. He escuchado comentarios de todo tipo, un amigo me preguntó desconcertado ¿Pero quién es el enemigo, Facebook? Otros me piden un resumen de la historia pero me declaro incapaz: cualquier descripción es infinitamente inferior a la realidad. Recordé, al ver el programa, un artículo de Enrique Ubieta en la Calle del Medio que me causó la misma impresión, se llamaba “Be stupid” y, según el concepto de blogger del autor, no había nada más atractivo. ¡Extraña propaganda negativa esta que levanta la autoestima de las víctimas!

Sin embargo -y tratando de ponerme grave en medio de tan irrisoria situación- miro a ése para el que soy el enemigo en la red, el soldado de una guerra que parece narrada por George Berkeley y me pregunto por qué le miente tan descaradamente a un grupo de militares. No se trata ya de difamar la figura de Yoani Sánchez, ni de considerar contrarrevolucionaria a la red social de la vocacional Lenin, ni siquiera la fascista expresión de “ellos están entre nuestros hijos”, justo como dijo un día Hitler de los judíos, me sorprende. Atónita me deja el cinismo, la desvergüenza y la falta de respeto con que ese hombre miente sobre el uso de la red y las formas de acceso alternativas. No sé dónde están las redes satelitales que menciona, formadas -¡oh milagro!- por una cámara de video, cinco blackberries y un tarequito wi-fi. Pretendo hacer un recorrido por el Vedado con mi laptop a ver si me encuentro alguna…no me vendría mal.

Se necesita un muy alto grado de inmoralidad para aprovecharse de la ignorancia de un grupo de personas y mentirles tan desfachatadamente. Hasta me dio pena con el público, le dan a uno ganas de explicarle a esa gente que la cosa no es ni remotamente así. Y entonces me pregunto ¿Quién es realmente el enemigo del policía cibernético? ¿Qué intención oculta hay detrás de tanto engaño? ¿Por qué la seguridad del estado necesita hacerle creer a los militares que hay una red satelital alternativa de acceso a Internet en Cuba?

La estrategia de control esta vez, me parece, no es ni para la blogosfera alternativa, ni para los muchachos que solicitaron becas de estudio en los Estados Unidos, ni para las redes sociales de facebook y twitter, ni tampoco para los intercambios culturales entre cubanos y cubano-americanos. La estrategia de control es para –por increíble que parezca- su propio bando: el MININT y la PNR. ¿Qué peligro presentan estos ministerios para la seguridad del estado que ésta les prepara tele clases de embuste?

lunes, 7 de febrero de 2011

José Martí, Los Aldeanos y la Noche Buena

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Foto: Orlando Luis Pardo Lazo
Hay quien dice que todo efecto tiene su causa y que no hay caos en el universo. Cada cual con su filosofía. Un amigo—medio en chiste, medio serio—me preguntaba si yo podría definir el año en el que nuestra realidad se volvió un absurdo. Algo así como el Big Bang -en sentido implosivo, claro, una especie de antagónico al original- de nuestra realidad isleña. En broma le respondí: después de ver algunos discursos de archivo de Fidel Castro, diría que 1959. Luego me quedé sola y pensando, la broma no es tan broma y el año quizás no tan exacto pero sí completamente desconocido para mí. Nací en 1983 y sólo hace unas semanas caí en la cuenta de que no he vivido otra realidad que la del absurdo sobre el que mi amigo me interrogaba. Desalentador ¿verdad?

Volviendo al efecto, a la causa y al caos sería ilógico trazar una línea coherente entre la fiesta de Noche Buena, la música de los Aldeanos y unos pensamientos de José Martí. Sin embargo, los hermanos Marcos y Antonio Lima Cruz podrían dar fe de lo contrario, están presos desde el 25 de diciembre de 2010 por “escándalo público” y “ultraje a los símbolos patrios”. Este último acápite del código penal sólo es superado por el emblemático “Desacato” —incluye la burla a la figura del Comandante en Jefe— cuyo mero hecho de existir como figura delictiva implica un chiste hilarante, diría yo.

En Holguín -cualquier lugar fuera de La Habana puede resultar aterrador para actividades libertarias- los hermanos Marcos y Antonio decidieron escribir en el muro de su casa algunos pensamientos martianos. Frases que nunca veremos escritas en las pancartas gubernamentales aunque vale aclarar que algunas de ellas ostentan frases apócrifas y mal atribuidas al Apóstol. A pesar de no quedar clara la causa –si nos guiamos por la lógica de la propaganda oficial, ellos supuestamente admiran tanto a Martí que ya no recuerdan ni lo que escribió ni lo que no- luego de varios mítines de repudio el pensamiento martiano fue borrado para poner consignas fidelistas. Y llegó la noche del veinticuatro –joven en Cuba, recuperada a fuerza de constancia por un pueblo que no olvidó sus tradiciones a pesar de ciertas ideologías- fiesta autorizada, reunión de los que están cerca, música para el pueblo. Y la música del pueblo incluye a Los Aldeanos. Por eso los hermanos Lima escuchaban La Aldea mientras celebraban la Navidad. Y porque celebraban la navidad en Cuba, quizás, salieron a caminar por la calle envueltos –background rapero al fondo- en una bandera cubana.

Entonces se acabó la fiesta. Están presos. Y usted, como yo, puede que se pregunte cómo escuchar a los Aldeanos pudo convertirse en escándalo público y de qué forma envolverse, bailar, agitar, romper o quemar la bandera del país natal puede ultrajar al símbolo patrio. Yo no sabía que el ultraje se ejercía contra los objetos inanimados. No es una relación causa-efecto, no es lógico, no tiene el más mínimo sentido y sin embargo, es. ¿No sería esto último una negación de algún principio marxista que ahora no recuerdo?

jueves, 3 de febrero de 2011

Buscando el aire de Cuba (Segunda parte)

HombresMaleconweb
Foto: Leandro Feal

“… nació sola”
N. Guillén

Encabezando su poema A una palma Luis Rogelio Nogueras inscribió un verso del poema Palma sola de Nicolás Guillén. Para sentar las bases de cualquier relación es imprescindible que se reconozcan dos cosas, el respeto al otro y la comunidad de objetivos en aras de un bien superior. La palma del poema de Guillén y la del poema de Nogueras coinciden, aunque sus métodos son diferentes, en la necesidad de realizar algo inaplazable. La de Guillén sueña, mientras la de Nogueras se yergue con una fuerza insospechable, desde su semilla. Encarados a superar un régimen despreciable, los cubanos debemos, como las palmas de nuestros poetas, respetarnos y viabilizar el cambio en que podamos urdir la realización de nuestra soberanía. Es una deuda con nuestros hijos.

Un diálogo acaecido recientemente entre dos intelectuales cubanos ha admirado a muchos, pues al interior del mismo ha habido un debate respetuoso y honesto. Julio César Guanche, de manifiesta militancia marxista y socialista y Roberto Veiga, católico y, según él mismo declara, afín a ciertas manifestaciones social demócratas, sostienen desde la revista católica Espacio Laical (Año 6 Números 2 y 6 del 2010), este diálogo, extraordinario en la sociedad intelectual cubana, tan necesitada de espacios semejantes.

La democracia y su pertinencia es el centro de este debate y los autores coinciden en que no es posible llevarle adelante sin una sólida preocupación humana y por tal cosa, creo entender, los autores conciben la lucha por la superación de las desigualdades degradantes, contra las discriminaciones y contra el poder de la riqueza, por el derecho a un techo seguro y alimentación básica y por la participación de todos en la definición de las políticas que les implican.

Aunque nada hace dudar de la coincidencia de los autores en estos puntos, Guanche es explícito en un hermoso párrafo que cito:
“En ese sentido, podría servir (la democracia) en Cuba para obtener derechos concretos: impedir que se les grite “palestinos” a los orientales en el Estadio Latinoamericano, para lograr que dos personas del mismos sexo puedan amarse abiertamente, para conseguir techo y comida dignos para todos, para decidir sobre la introducción de transgénicos en el país, para participar de las decisiones sobre lo que producimos y lo que consumimos, para combatir la desigualdad, las discriminaciones por cualquier motivo, y para promover la diversidad.”
Desgraciadamente Guanche no precisa elementos como la unidad de la familia cubana, vejada por el fomento del exilio y manipulada en el asalto de sus recursos económicos. La democracia serviría en Cuba para decidir la suerte de nuestros criminales, nuestros niños y nuestros ancianos. Para que nuestras cárceles no sean centros de vejación, para que nuestros hospitales no estén infestados de cucarachas y nuestros médicos no tengan que callar frente al paciente, por disposición ministerial, los medicamentos que faltan. Para que nuestros ancianos no teman tropezar en aceras destruidas ni que la muerte se convierta en un evento deseable por la indigencia en que los hunde la condición de pensionados. Para que nuestros enfermos mentales no mueran de hambre y frío y el estado pretenda inculpar a los directores de hospitales como si la cadena de responsabilidades se detuviese en ellos y no escalara hacia ministros hinchados de incompetencia y generales podridos de impunidad.

De aquí se deriva una de mis principales observaciones al diálogo propuesto. Durante décadas de represión, el poder, parodiado por Fidel Castro con no pocas manifestaciones de terror, creó la sensación de que es más pertinente hablar con discreción que con vergüenza, considerar lo explícito vulgar, y evitar nuestro presente analizando Cuba como promesa de futuro.

En el diálogo entre los dos autores, la asimilación de tales códigos propicia que la urgencia palpite escasamente.

Del mismo modo me parecen cuestionables algunas convergencias de los autores (cuestionables no quiere decir descartables ni erradas). Uno de los principales mitos de nuestra cultura afirma que el ser humano, como el progreso tecnológico, accede de continuo a niveles superiores de realización. Esta visión de nuestro devenir implica también una lectura de la historia que supone pertinente la concepción de una sociedad hermanada y, en pos de tal, el esfuerzo supremo de hombres y mujeres. Tal idea no es ajena a la cultura cristiana, pero tampoco a la marxista, del mismo modo no es ajena a Veiga ni a Guanche. Una secuela de tal valoración es el menosprecio del presente como etapa transitoria hacia un después. Los sistemas políticos e ideológicos que la comparten no soportan la tentación de prometer, como vía de perpetuación, no un simple más adelante, sino un después fabuloso de realización ideal.

No creo que el mundo de hombres y mujeres tenga como destino la superación de los antagonismos, ni que en algún final concebible, todos vayamos a darnos las manos sin reserva. No lo creo ni posible ni necesario. La idea de una fraternidad absoluta olvida que el ser humano se construye a si mismo en un entorno con el que establece prioridades y cuyo resultado ocurre ya en un presente posterior que le requiere nuevas decisiones. Esperar que un entorno perfecto propicie un ser humano correspondiente implica ya una limitación a sus libertades y a su elección.

Mantenerle al castrismo el privilegio del presente seguirá llenando nuestras calles de relucientes autos militares y satisfechos burócratas, fragmento que, por la sola razón de aceptar tales beneficios, se desmejora y humilla frente a una población que no cesa de sentir el peso de más recortes en nuestra precaria estructura de sobrevivencia.

Discrepo del análisis de Julio César Guanche que convierte en ideológicas las certezas ciudadanas en torno a la conducción social, espiritual o económica. Estoy de acuerdo en que censurar la ideología o la política implica la negación de la democracia y que nuestros debates políticos en torno a tales convicciones casi nunca están ajenos a construcciones ideológicas. Pero consagrar los grupos que suponen los discursos ideológicos, permite sostener divisiones humanas mucho más tarde de que estas tengan alguna pertinencia social. Como consecuencia, el discurso ideológico obsoleto solo atina a identificar con la traición lo que no son más que manifestaciones de renovación. En el caso de las élites ideológicas parásitas, esta situación puede reproducirse hasta mucho después del absurdo, situación que en Cuba es de una actualidad pavorosa.
No es de extrañar, por tanto, que Veiga se distancie de las convicciones ideológicas de Julio César Guanche. Veiga es un pensador católico y la práctica religiosa no puede aceptar que se le confine en marcos que le son ajenos. No creo que el religioso deje de integrarse en el debate ideológico, sino que esto lo realiza desde su posición como ser social y no por una derivación comprometida de la fe.

Sin embargo, cuando Veiga afirma, en un texto ajeno al intercambio con Guanche, que la iglesia católica está capacitada para facilitar un camino de reconciliación por medio del diálogo entre todos los cubanos (“Todo el tiempo para la esperanza” Espacio Laical Año 6 No 3, 2010, p.134 –Texto presentado con motivo de la Décima Semana Social Católica, junto a otros dos intelectuales católicos, en junio del 2010) por ser la enviada para proclamar, hasta el fin de los tiempos, a dios mismo (“La Iglesia Católica ha sido enviada por Jesucristo para proclamar hasta el fin de los tiempos una novedad radical: Dios mismo, …”), la pretensión de Veiga no puede sino comenzar un inaceptable proceso de exclusión. Considero que en este momento Veiga se desmarca de las intuiciones propias de la fe para aprovecharlas aquilatando su acción social desde la relevancia de su ejercicio espiritual. Pocas cosas hay tan infalibles, para detectar un discurso ideológico, como un discurso excluyente.

Excluye Veiga, por supuesto, al resto de las iglesias, cuya función es, casi siempre, revelar algún conjunto de conocimientos esenciales e igualmente enriquecedores y liberadores pero que, de sostener el exclusivismo de Veiga, no conseguirían sino mantener una disensión eterna y desgastante. Del mismo modo, y es lo que hace la afirmación de Veiga aún menos atractiva, quedan disminuidas, como mediadores de un diálogo constructivo en la sociedad cubana, el resto de las instituciones emanadas de la sociedad civil. Si los grupos humanos tienen la relevancia que sus miembros le sepan imprimir, la pretensión de Veiga es que en la Iglesia Católica la aptitud está potenciada, más allá del alcance de sus miembros (respetables sin dudas, pero mundanos), por una especie de padrinazgo divino.

Podría parecer que mi celo es excesivo, pero cuando la Iglesia Católica asume la mediación en la reciente crisis creada, por nombrar a sus gestores fundamentales, por el martirio de Orlando Zapata Tamayo, la hombradía de Guillermo Fariñas y la brillante lucha de las Damas de Blanco, habría que sentir desde ella, al menos, las discretas pulsiones de tal reconocimiento.

Al exponer el número cuatro del 2010 de la revista “Espacio Laical”, en su foto de portada, las sonrisas satisfechas de Raúl Castro y Jaime Ortega, entre otras, sería digno que estuvieran, aunque fueran en una difuminación evocadora, los ojos marchitos de la imagen de Orlando Zapata Tamayo, el albañil que muerto recorrió el mundo con la libertad que sus captores le negaron.

Al no poder hacerlo, quizás por evadir las represalias castristas, siempre existe un recurso, el silencio. En este caso la abstención de mostrar tales imágenes.

Muchas observaciones le podremos realizar al diálogo entre Roberto Veiga y Julio César Guanche, pero la convergencia de estos autores en torno a la esperanza de ver un país de todos, donde reconocernos cubanos sirva para superar diferencias económicas, religiosas o ideológicas, merece el aprecio y respeto más absolutos.

Si luz buscan las raíces de nuestro compromiso, los intercambios como este parecen demoler la piedra que impide a nuestro verdor colmar el espacio con la libertad que el castrismo arrebató.

martes, 1 de febrero de 2011

Fan a la telenovela

teleyperro
Foto: Claudio Fuentes Madan
Tengo una amiga capaz de llamar a su madre para que le grabe la telenovela y no perdérsela cuando está en una fiesta. Por mi parte, era de las que no se enteraba ni cuando empezaba una nueva. Así las cosas, yo bastante radical con eso de no dejarme engatusar por la massmedia hasta que vi, el otro día, un fragmento del nuevo culebrón brasileño.

Resulta que a un perdido pueblo de campo en Brasil llegan dos muchachos jóvenes, un periodista y un publicista, para abrir un periódico. Le cuentan a un tabernero, líder de la oposición del lugar, que pretenden hacer críticas a la política actual y denunciar los desmanes de la administración en el poder. Quieren, además, promocionar aquellas campañas que puedan ser beneficiosas para la comunidad y por esa razón invitan al disidente a participar del proyecto.

Entonces lo entendí todo. Como cuando uno está enfrascado en un abstracto problema matemático y de pronto la fórmula más simple soluciona todo el embrollo numérico. Una especie de iluminación mística. Comprendí en ese mismo instante por qué gran parte de la población de mi país mira obsesivamente la novela. Sentí ganas de llamar a mi amiga y contarle que había descubierto el misterio detrás del tubo de pantalla del televisor. Ella mira la novela porque quizás las mujeres siempre encuentran al amor de sus vidas -mi amiga tiene cierta obsesión con el tema-, mi madre porque las casas son lindas e iluminadas, la suegra de un amigo porque los paisajes de Brasil la deslumbran y un vecino porque los malos nunca ganan.

Me imaginé a mí misma desembarcando, digamos, en la nueva Mayabeque y abriendo un diario llamado, por ejemplo, “Habana siempre”. Podría enfocarme, quizás, en el desastre que ha sido para todo una comunidad haber salido de la Capital sin haber cambiado el lugar de residencia. Abordaría las noticias locales que son ignoradas en la prensa oficial y analizaría, por supuesto, el trabajo de los cuadros de la zona para denunciar la corrupción. Le daría voz, además, a los políticos de oposición del barrio. En fin, después de tanto soñar estoy yo también, desde la semana pasada, viendo la telenovela: Ese mágico mundo en la pantalla, donde uno puede ir de pueblo en pueblo abriendo periódicos para hablar de política y criticar al gobierno.