domingo, 31 de enero de 2010

Detalles de la semántica oficial


Mi mejor terapia para empezar el día con buen humor –yo lo tengo negro, así que esto no debe tomarse como un consejo- es encender el televisor a las siete y media de la mañana y ver media hora de Universidad para Todos. Mi curso preferido, que no sé cómo se llama realmente, es sobre política y actualidad internacional.

La semana pasada el tema estuvo caliente: el Medio Oriente. Supongo que los pobres profesores hayan preparado durante horas la clase, teniendo en cuenta los juegos semánticos y los malabares sintácticos que salían por la bocinas de mi televisor. Empezaron por Irak, aquí lo mismo había resistencia que contrarrevolución, así que no logro recordar quién era quién en qué momento. Pero lo mejor y más confuso de la clase fue cuando llegaron a Afganistán:

- La contrarrevolución afgana, apoyada –por supuesto, quién lo dudaría- por la CIA, se negaba a dejar triunfar la revolución socialista que amablemente la Unión Soviética quería importarles.
- Más adelante estos contrarrevolucionarios, conocidos también como talibanes, tomaron el control del país y crearon su propio gobierno.
- Sin embargo, a pesar de ser talibanes y contrarrevolucionarios lograron estabilidad y paz en el país (y ahora es cuando se pone de verdad incoherente, con ustedes la mejor parte):
- De alguna incógnita manera la contrarrevolución mutó en resistencia armada y cívica durante la intervención imperialista norteamericana, que destruyó la paz y hundió en la miseria a los ciudadanos.

Más allá de lo compleja y extremadamente triste que es la situación del pueblo afgano, la manipulación de los términos -intervención imperialista norteamericana vs. revolución socialista y contrarrevolución vs. resistencia- ponen en evidencia la calidad de las clases televisadas, la burda maniobra de desinformación “disfrazada de cultura” que el gobierno cubano bombea las 24 horas del día por los medios masivos de difusión.

Menos mal que estoy vacunada, lo que me da es gracia. La única pregunta que despertó tan ambigua conferencia en mí fue: ¿Qué razón le queda al PCC para tirarle, después de tantos años, la toalla a los rusos?

viernes, 29 de enero de 2010

Jueves –y viernes- de cumpleaños


No es casualidad que el 28 de enero Voces Cubanas cumpla un año de vida en Internet, es una fecha histórica y no exactamente porque un grupo de bloggers indomables o cyberchancleteros -a mi me fascina el adjetivo- se hayan liberado en la Red. Aun recuerdo cuando Yoani Sánchez, durante los itinerarios bloggers, nos habló de Voces Cubanas y de la intención de crear un portal plural donde aunar voces independientes de la variopinta sociedad cubana.

De unas pequeñas fotitos que anunciaban cinco blogs en el 2009 hoy somos veintiséis los que estamos linkeados desde el portal. Desde aquella primera reunión de bloggers tan interesante para la Seguridad del Estado, hoy existe en la casa Generación Y una academia donde un cura, un músico punk, un abogado, un estudiante, una renegada de la policía política, una artesana y un profesor descubren que si pueden compartir con armonía el espacio de tres por tres metros del aula, bien podrían también compartir toda la isla los cubanos con sus contrastes.

El reto ha sido alto: enseñar a bloggear sin Internet, a Twittear sin móvil, a implementar plugins y a administrar una interface que supuestamente sólo existe on-line, y es supuestamente porque cada martes y viernes nosotros comprobamos que nada existe, salvo en la voluntad humana.

Nota: Hoy viernes 29 de enero es también el cumpleaños de Claudio Fuentes Madan, que pasó la mañana en “conversatorio” -una nueva manera que el DSE tiene de llamarle a los arrestos e interrogatorios- con dos oficiales del MININT y uno “no identificado”.

miércoles, 27 de enero de 2010

Concierto de La Aldea en la Madriguera


Los artistas “revolucionarios” delante y los contestatarios detrás, podría decirse del programa del concierto el domingo en La Madriguera. Pero valió la pena esperar cuatro horas por escuchar a los últimos tres: El Clan, Silvito el Libre y –por supuesto cerrando- Los Aldeanos.

A pesar de los fallos técnicos que persiguen los conciertos del underground cubano, la sospechosa caída de un micrófono y las absurdas imágenes de la presentación – mientras sonaba el tema de Aldo y el B “Las Mikies”, un karateka enseñaba a un bebé a dar saldos en la nieve- escuchar un poco de música con cesura low level fue como si pasase una semana en Varadero.

El domingo tuve un día desagradable, preocupado y solitario…valió la pena sufrirlo sólo para ver llegar la noche.

lunes, 25 de enero de 2010

Las mismas técnicas y el mismo final



Los abusos que el poder absoluto y omnipotente se ha adjudicado a lo largo de la historia se repiten como si el eterno retorno no fuera sólo una teoría, sino una certeza del mundo en que vivimos. Así, muchas veces las historias de las biografías de aquellos que han emplazado al poder supremo se salen de las páginas de los libros y se mezclan con nuestras vidas, llevando el miedo al centro de nuestra existencia.

La persecución sobre los muchachos que participaron en la Marcha por la No Violencia ha sido una constante desde el seis de noviembre. Hace dos días llegó a su grado máximo y algunos fueron secuestrados por la Seguridad del Estado. Secuestrados, porque aunque la Policía Nacional Revolucionaria acompañaba a los incógnitos compañeros del DSE, no tenían la Citación Oficial que corresponde según el Código Penal. Así estos muchachos, que en su mayoría no pasan de los veinte años, se vieron viviendo en carne propia -en un cuarto destartalado de la estación policial de 21 y C- las escenas vistas en documentales sobre aquellos que una vez estuvieron a merced de otras policías políticas: activistas chilenos, polacos, checos…

Lo más terrible de todo es la exacta repetición del guión, con un crescendo escalofriante de violencia:

- Convencerte.
- Comprarte o comprometerte.
- Desacreditar a tus amigos.
- Hacerte sentir solo.
- Quitarte tus cosas (móvil, laptop, discos o memorias flash) sin documento de confiscación ninguno.
- Amenazarte con tu futuro, tu familia y tu integridad física.

Ellos, los segurosos, han estudiado una triste carrera universitaria: técnicas de coacción y represión de la ciudadanía. Nosotros, los civiles, nos enfrentamos a ellos sin el más mínimo ABC de cómo sobrevivir el tsunami del poderío. Sin embargo, tenemos una sola cosa que -a la postre- será el arma más poderosa: la conciencia. Esa que ellos perdieron, porque para graduarse de “árbitro de la injusticia”, lo primero que hay que aprobar es la asignatura “amnesia de valores cívicos”.

El miedo es un arma de doble filo. Hoy mis amigos dudan y no quieren que yo escriba sus nombres, aunque puede ser que cambien de idea. Me parece que esconderse cuando aquellos que te buscan son los únicos que saben dónde estás, no tiene demasiado sentido. La ruleta del destino siempre regresa y la memoria de los reprimidos no se borra: mañana serán los segurosos los que no podrán evitar -como mis amigos- que se publiquen sus nombres y sus rostros.


viernes, 22 de enero de 2010

Analfabetismo Cívico


“No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida tu derecho a expresarlo.”
Voltaire

He esperado casi un mes para escribir este post, he recibido emails ardientes, insultados e insultantes; he mantenido una polémica bastante caliente con una excelente amiga y escritora y he, por último, llegado a la misma conclusión que cuando por primera vez tuve en mis manos la Carta en rechazo a las actuales obstrucciones y prohibiciones de iniciativas sociales y culturales.

Trato de no quedarme con la primera idea que me viene a la mente, pero la interrogante lanzada al amigo que me trajo la carta abierta aun sigue sin repuesta: ¿Quiénes son la contrarrevolución real? No pretendo escribir directamente sobre el contenido de la carta, sino que procuro hacer una polémica sobre la polémica, escribir sobre las desconcertantes discusiones sostenidas con los que considero mis amigos y aclararme la mente –escribir siempre ha sido un cable a tierra. Porque al final el camino al cambio, a la no censura, a la libertad, es –como bien definió Jorge Luis Borges– el jardín de los senderos que se bifurcan. Ante todo me siento en la obligación de reconocer que comparto –sin ninguna duda– las opiniones de Yoani Sánchez y Miriam Celaya y –aunque no suscribo la declaración de los intelectuales– acepto muchos de sus enunciados.

Un país plural no es una plaza de consenso generalizado, ni una parcela del paraíso donde las contradicciones han quedado relegadas a aquellos débiles hombres pecadores de la tierra. Para construir la sociedad que estamos soñando –pienso– lo primero es poner los pies en la tierra, lavarse duro las impurezas que 50 años de discurso monolítico nos han dejado en el cerebro y, además, dejar de patalear para que TODOS ESTEMOS DE ACUERDO.

Disentir no es pecado, criticar es constructivo, no estar de acuerdo es sano y, decirlo públicamente es –más allá de sentimentalismos y patriotismos– una responsabilidad ciudadana. Parte de los miedos a “la desunión” y a “la falta de prudencia” son males arrastrados con dolor desde la primera reunión del PCC a la que nuestros padres asistieron. Prudencia es lo que día a día levanta al cubano de su cama y lo lleva, libreta de abastecimiento en mano, a comprar el pan; prudencia son los malabares conceptuales que los artistas hacen para colarse en galerías y en las bienales; prudencia es jugar al gato y al ratón con la dictadura; es la doble moral, el oportunismo y el arribismo. Desunión es lo que se respira entre el pueblo y el gobierno. Lo demás –crítica y opinión– es tolerancia, civismo y estimulación para una sociedad civil aun en pañales.

Entre las objeciones hechas a Yoani y a Miriam, los defensores “a ultranza” de la carta –y digo a ultranza sin ánimo de ofender, considero que cuando uno no acepta críticas se pasa al bando de los radicales– alegan “el carácter cultural de la misma”. Parto del principio de que todo es cultura, el hombre es un ser social y cultural, y en ello baso todo lo que pueda decir. Es por eso que en la carta –sin contradicción con mi línea anterior– se habla también de socialismo, de capitalismo, de fenómenos sociales e incluso de proyecto político-económico-social “proyecto que socializa –comparte– todos sus recursos, donde todos tenemos igual acceso al ejercicio del poder” (sic).

En mi opinión, la recogida de firmas es una iniciativa coherente porque intenta globalizar todos los aspectos que atañen un país sin tomar posiciones “culturosas”; y esto a pesar de las omisiones imperdonables y las ambigüedades que encontré en la misma y que me impiden sumar mi nombre al de los firmantes.

A continuación enumero y comento –con la conciencia absolutamente tranquila– los conceptos que más dudas me dejaron:

• Contrarrevolución real (¿quiénes, cuándo, dónde?).
• Institucionalidad oficial (¿hay institucionalidad legalizada en Cuba que no sea oficial?).
• Orientado desde arriba (¿desde el PCC, el Comité Central o más abajo?)
• Muy poco espacio para la crítica socialista (¿y la crítica no socialista, no cuenta?).
• Promover el diálogo cultural (¿para resolver problemas sociales?).
• Nuestro proyecto de liberación social (esto, ni idea de lo que es).
• Emergencia irreversible de nuevos hechos sociales, como las tecnologías digitales o la imposibilidad del aislamiento del país (quizás la sintaxis engañe, pero lo que yo entiendo es que –a pesar de los esfuerzos– se ha colado en Cuba el Internet y el ojo avizor de la opinión pública internacional).

Mucho más coherente y productivo que firmar aquello que omite o es dudoso, o no firmar pero callar por miedo a las consecuencias sobre una supuesta unidad, es –sin resabios ni rencores– decir lo que uno piensa sin tapujos, sea de Raúl Castro, de la Carta de los Intelectuales o del Viceministro de Cultura.

miércoles, 20 de enero de 2010

El Ciro en Santiago

Texto tomado de la Saga: El Ciro versus La Seguridad del Estado
Comic: Silvia C.

Llegué a Santiago de Cuba una fría mañana de diciembre listo para reducir a unos cuantos oficiales del Ministerio del Interior, pero para mi sorpresa no había ningún batallón esperándome en el aeropuerto. Cogí un taxi y me dirigí a la ciudad.

Había miles de motos pero ni una sola Suzuki. Sobre las aceras, carteles lumínicos: Partido Liberal, Partido Social-Demócrata de Cuba, Partido Demócrata-Cristiano, un cartel decía Alianza Comunista para Sobrevivir. Ya para completar, en el parque Céspedes, Oswaldo Payá estaba dando un discurso.

—¿Pero qué pasa aquí, donde está el G2? —pregunté.
—Emigraron para La Habana porque no les daban ni carros ni motos —respondió un gordito que a la postre resultó ser Expósito, el Secretario del PCC en Santiago de Cuba.
—¿Y cuántos quedan?
—Quedan como quince, están atrincherados en su Cuartel de Versalles, que ahora se llama Alianza Comunista para Sobrevivir. Le disparan a todo el que entra, incluso a mí me botaron acusándome de capitalista porque abrí algunos comercios en donde se vendía queso y mantequilla. ¿Pero qué iba a saber yo que el queso y la mantequilla volvían disidente a la gente? —dijo echándose a llorar.

Activé mi burbuja anti-proyectiles y me dirigí a Versalles (sede de la Alianza Comunista para Sobrevivir). Entrando por la puerta recibí andanadas de fuego rasante y cruzado de fusilería que rebotaron en la superficie de la burbuja. Al fin vino un coronel con una banderita blanca.

—¿!Qué quiere!? ¡Váyase de aquí, esto es zona militar!
—¿Pero qué dices? Si acabo de ver que en el polígono de infantería te han montado un llega y pon. Además, aquí no hay ni luz eléctrica.
—Ah, esos son los de Vivienda del reparto Sueño, los han botado de sus casas unos tipos a quienes ellos habían desalojado antes —dijo el coronel.
—¡Bueno, ya...! ¿Y ahora a quién reduzco yo si ya están totalmente reducidos? Qué va, hay que reanimar esto…
—Esto no se puede reanimar —interrumpió el oficial—: no hay recursos, la gente de La Habana se queda con todo y para acá no mandan nada. Conclusión, que nadie quiere trabajar en la Seguridad del Estado hoy por hoy.

Cierto es que la cantidad de carros y motos segurosas que hay en Ciudad de la Habana están afectando seriamente la capa de ozono.

—Se me ocurre algo, ¿y si buscan otra forma de financiamiento? Digamos… no sé… ¡ah, ya, la CIA! Sí, la CIA, dice Lagarde que ellos financian cualquier cosa y como ustedes al fin y al cabo son del mismo gremio quizá les puedan tirar un cabo.

El coronel vaciló un instante, la fatigada mirada en sus ojos espías estaba perdida en la inmensidad y su boca abierta dejaba entrever su lengua chivatona, entonces alzóse y dijo:

—¿Y podré tener un Geely chino de esos que manejan los oficiales en La Habana?
—Seguro que sí, muchacho, si China es el primer socio comercial de los Yumas.
—¡Pues pa’ la pinga, vamos a pedirle financiamiento a la CIA! –gritó el coronel.

Perfecto, ahora yo podía regresar a la Habana y volver en un par de meses para reducirlos. Con suerte, me esperarían en el aeropuerto con al menos un pequeño batallón. Antes de irme solamente añadí:

—Y quizá podrían reincorporar a Expósito, ¿qué tú crees?
El coronel se molestó.
—No, a ese ni loco lo dejo entrar aquí de nuevo. Se estaba robando la mantequilla y el queso del cuartel para vendérsela a los santiagueros.

sagaciro

sagaciro

sagaciro

lunes, 18 de enero de 2010

¡La pólvora!*


Foto: Claudio Fuentes Madan

He leído en la Mala Letra este artículo sobre el control de sustancias explosivas que existe en Cuba y he recordado una anécdota de mi adolescencia que se acopla mucho a lo que Regina Coyula expone.

Cuando yo tenía 18 años iba mucho a casa de un amigo –ahora su casa está en España– y me pasaba las tardes con él y su madre. Era una familia pequeña pero con recuerdos dolorosos, vivían en la mitad de su casa pues la otra mitad –la planta baja– les había sido confiscada en los primeros años del triunfo de la Revolución.

Mi amigo acababa de terminar el Servicio Militar y el ambiente era festivo a pesar de su escuálido cuerpo, evidencia de dos años de malnutrición, militarización y preparación para la Guerra de Todo el Pueblo. Decidimos que para borrar de un tajo todos los malos recuerdos del verde* haríamos una limpieza general y botaríamos todo lo que perteneciera a las fuerzas armadas. Manos a la obra y, en unas horas, dos jabas llenas de uniformes, jarritos, cajitas y hasta papeles fueron a parar al latón de basura de la esquina.

Esa misma noche, mientras comíamos, un oficial de la Policía Nacional Revolucionaria llamó a la puerta. Después de pedirnos nuestros carnets, interrogarnos sobre nuestras actividades, maltratarnos un poco y tomarse un café, confesó el objeto de su imperiosa visita: en las jabas que habíamos botado encontraron unas cajitas de balas. Mi amigo tuvo que explicar con lujo de detalles cómo después de un entrenamiento de tiro esas balas no habían servido porque estaban vencidas y fueron a parar a su mochila, de donde olvidó sacarlas. Su madre tuvo que firmar un papel absurdo cuyo contenido soy incapaz de recordar, una especie de compromiso con la seguridad de la patria.

Antes de que el hombre finalmente diera por culminada la entrevista-interrogatorio, no pudimos aguantarnos la curiosidad: ¿cómo habían encontrado una cajita de balas dentro de una jaba dentro de un asqueroso latón en una esquina perdida de la Habana y cómo, además, sabían que esa jaba había sido botada por nosotros? El policía contestó con orgullo: “tenemos contactos en todas partes, nos lo ha traído uno de nuestros buzos, tengan cuidado con lo que botan”.

*Frase del animado cubano “Elpidio Valdés”  "Tabey"

*Servicio Militar Obligatorio

viernes, 15 de enero de 2010

La locura


Foto: Claudio Fuentes Madan

Carla padece de depresión crónica desde que cumplió 22 años. La he acompañado a ver sicólogos de centros de ayuda, a ver especialistas en el Clínico Quirúrgico y en el Calixto García, a sesiones de espiritismo, a grupos de terapia, a tratamientos de curación alternativa y a Mazorra.

Después del Prozac, la imipramina y la trifluoperazina, la comprensiva indiferencia de los médicos y el peloteo de los tratamientos, nunca fue diagnosticada. Su fe en la psiquiatría cubana terminó con una visita a Mazorra. La acompañé a hacerse un examen y –en ida y vuelta– tomó la decisión más importante de su vida: Se acabó el tratamiento, se acabó el hospital, adiós a los psiquiatras. Asumió con estoicismo su condición y desde entonces, cuando cae en crisis, se encierra en su casa a leer como una demente y no se pierde una tanda en la cinemateca, así supera sus depresiones.

El panorama, no puedo negarlo, no dejaba opción para medias tintas. Yo recordaba las imágenes del televisor, donde un grupo de ancianas muy alegres y maquilladas –en un portal de ensueño lleno de plantas y sillones– leían novelas o ensayaban coros hermosos. Era la única imagen que tenía del famoso hospital.

Nada más traspasar la Admisión unos veinte viejitos limpiaban con escobas de paja la calle principal, con ropas raídas y dientes negros revolvían la maleza que habían acumulado en busca de cabos de cigarro. Uno me increpó, con voz llorosa me pidió uno. Cuando se lo di, los otros 19 se abalanzaron sobre nosotras. Les dejé la caja.

Atravesamos casi todo el hospital hasta llegar al pabellón que nos habían indicado, el paisaje era desolador. No podía definir quiénes estaban locos, si los ingresados o los que los ingresaban, porque meter a una persona con trastornos mentales en un lugar tan horrendo es como condenarle a la alienación absoluta. Reconocí a algunos de los mendigos que pululan por la calle 23, me sorprendió verlos con la misma estampa de churre y semidesnudos, siempre había creído que se escapaban del hospital, y que cuando los encontraban los alimentaban y los vestían.

Esperé a Carla dos horas sentada en el vestíbulo del pabellón, rodeada de desequilibrados, sin tener la menor idea de lo que padecían, algunos parecían tristes, otros desquiciados y otros malhumorados. Algunos se fajaban entre sí, un anciano cantaba horrendamente –volví a recordar los coros del noticiero y sentí ganas de llorar. Las paredes estaban negras de hollín y casi no entraba luz, todo estaba bañado en una penumbra que resaltaba la miseria y la cochiná. En una habitación cerca de mí una enfermera discutía con la familia de uno de los enfermos, el hombre lloraba desconsoladamente porque no quería quedarse ingresado –prometía portarse bien y ser bueno–, la madre rogaba que lo dejaran en el hospital al menos el fin de semana y la enfermera decía algo sobre la escasez de colchones.

De regreso a la casa Carla y yo no nos dijimos ni media palabra, estábamos atónitas. Cuando la dejé en su casa susurró: No voy más al médico, de todas maneras sigo igual.

*Este post quiero dedicarlo a los pacientes fallecidos por hipotermia en el Hospital Psiquiátrico de La Habana, entre los días 9 y 12 de este mes. Ver la noticia aquí y aquí.

miércoles, 13 de enero de 2010

La esquina del Pan


Foto: Claudio Fuentes Madan

23 y 12 es conocida por muchas cosas, entre ellas porque venden pan en pesos, en CUC, y por la libreta de abastecimiento. El sábado en la mañana se desató la odisea del Pan: no alcanzó en la mañana la ración de un pan por persona, no había nada en la panadería de venta “liberada”, y las dulcerías en moneda dura estaban vacías (ni siquiera dulces tenían).

La versión popular: no hay harina; la versión oficial: ¿…? Lo curioso es que en las tiendas en pesos convertibles no ha aumentado la escasez habitual de harina de castilla, a su "módico" precio de 5CUC por 5Kg.

Mientras la temperatura baja la cola crece y se mezcla con la de la parada de la guagua. Paralelamente en las tiendas en pesos convertibles -donde único se pueden adquirir la mayoría de los productos de la canasta básica-, las vitrinas exhiben sus estantes limpios de mercancía.

Nadie sabe qué pasa. El periódico sigue hablando de Chávez, Colombia y el aumento de la producción agrícola nacional, la televisión luce fábricas súper productoras que sobre-cumplen sus planes anuales, y la radio repite como papagayo las reflexiones de Fidel. Mis vecinos -desde la cola del pan- teorizan sobre la nueva ola de necesidad.

De la acera de enfrente miro la larga línea de los que esperan y recuerdo que una vez, en un lejano país, el grano de arena que colmó la copa de un pueblo y terminó destronando a un rey fue, justamente, la escasez de pan.

sábado, 9 de enero de 2010

¿Dónde está mi pollo?


Foto: Claudio Fuentes Madan

Tiene 75 años y una pensión que supera su edad en 100 pesos. No padece de nada excepto pobreza y hambre. Hace tres años se las agenció para incluir en su libreta de abastecimiento dos libras de leche descremada y un pedazo de pollo al mes, gracias a una dieta para diabéticos que un médico solidario y anónimo le otorgó. No le alcanzaba para normalizar los niveles de proteínas en el cuerpo pero –mal que bien- iba tirando: vender periódicos, hacerle los mandados a alguna vecina sobrecargada de trabajo e hijos, y vender los cigarros de la cuota, le alcanzaba –milagrosamente- para no morirse de hambre.

Como cada año esperaba el 2010 para renovar su certificado. Sin embargo, una mala noticia le esperaba del otro lado del buró de la Oficoda: para renovar la dieta tendría que pasar por delante de una comisión médica. Estaba escamado en eso de jugarle cabeza a la vida, no se dejó vencer por la adversidad de la nueva disposición legal y se preparó como para una entrevista de empleo en una embajada.

Gracias a varias pruebas caseras de orina pudo conocer sus niveles normales de glucosa, unos vasos de agua con azúcar prieta le ayudaron a estudiar el patrón ideal de los suertudos que tenían derecho a comer a pollo y a tomar leche en el desayuno. Por último, unos sueros comprados en el mercado negro le permitieron alcanzar el número mágico: 12.5.

Después de dos semanas de entrenamiento estaba listo. Se presentó con todos sus análisis de sangre ante una comisión asustada que le aconsejó cumplir a cabalidad los consejos de su médico de familia, pues su diabetes estaba descontrolada y era peligroso. La última vez que lo vi venía sonriente de la compra, con su jaba de leche en polvo y su muslo de pollo congelado.

miércoles, 6 de enero de 2010

Los presagios


Foto: Claudio Fuentes Madan

Desde que comenzó el año la misma conversación ha surgido en diferentes momentos y con disímiles personas: ¿Qué dice el fututo de nosotros? La pregunta me parece imposible de responder, pero en menos de una semana los que desprecian mi recelo han hecho llegar a mis manos algunas frases copiadas de la Letra del Año no oficial (la cosa se va a poner MUY FEA –aunque lo parezca, el horizonte de lo horrendo no ha sido alcanzado), de la carta astral de Fidel Castro (parece que este año sí que sí), de la carta astral de Raúl Castro (parece que no sobrevivirá al hermano), de la carta astral de Hugo Chávez (parece que no pasa de diciembre) y de la carta astral de Cuba (aparentemente con un karma patético).

Trato de dejar a un lado la obsesión de escudriñar en el mañana y me concentro en los lectores más que en las lecturas. Me pregunto por qué todos –de diferente cultura, diferente credo y diferente fuente de adivinación– se encandilan al analizar el CAMBIO YA. ¿Por qué esos “tiempos de inestabilidad” se interpretan como “desobediencia en la tierra” o “descuarejingamiento en el cielo”? ¿Por qué ese Saturno transitando libremente y sin dificultad por el medio cielo no puede ser otra cosa que “el viaje sin retorno”?

El mismo albur lo he oído repetido por los más neófitos, los más ateos, los más escépticos e incluso, por los más marxistas. No puedo negar que tratar de entender las estrellas avispa mis neuronas y que leer lo que dicen las voces desde otro lado me pone los pelos de punta. Sin embargo, lo que me hace sonreír –y me devuelve a mi tranquila racionalidad– es que tantas visiones sobre una misma realidad expresan también el deseo, la fe y la esperanza en otra Cuba no tan lejana, no tan difícil, no tan triste.

Nota: Si algún lector tiene la Letra del Año “no oficial” completa, por favor agradecería que me la mandase a mi buzón de correo. Me han hablado tanto de ella que me muero de ganas de leerla completa.

lunes, 4 de enero de 2010

Estudiar, estudiar ¿y después qué?



Foto: Claudio Fuentes Madan

Sus padres la enseñaron a estudiar, a leer, a amar el conocimiento. Cuando era pequeña recibió clases de muchas cosas: piano, artes plásticas, inglés, natación y gimnasia. Estudió en la universidad, se graduó y empezó el servicio social. Fueron los dos años más irracionales de su vida, ganaba 148 pesos al mes, trabajaba 40 horas semanales y malamente lograba pagar con aquel salario los productos de la libreta de racionamiento.

Concluyó los dos años reglamentarios de pago de su carrera, colgó la carpeta detrás de la puerta y se negó a continuar. Resolvió unos cursos de superación y para pasar el tiempo, matriculó en otra carrera por el curso a distancia. El padre presionó: no es bueno acostumbrarse a vivir sin trabajar; la madre lo convenció: mejor que siga estudiando antes que se quede sin hacer nada.

Pero ella no entendía ¿por qué todos insistían en que trabajara mientras ninguno parecía preocuparse por que le pagaran? Sus padres estaban viejos y la familia en el extranjero hacía algunos meses que no podía mandar dinero. Sabía que la crisis vendría, pero trabajar o no trabajar no haría la diferencia, ya no era una niña y lo sabía, con un empleo legal se moriría de hambre.

Los treinta le llegaron al galope: los viejos ya estaban más que viejos y el techo descascarado de la casa le recordaba que nada era eterno. Vender ropa de vez en cuando, hacer de guía turístico ilegal por la Habana Vieja o limpiar una casa de alquiler era lo mejor a que podía aspirar. Los años pasaban y la vida se le estancaba, empezó a obsesionarse. Se anotó en todos los bombos, puso un anuncio en hi5 para encontrar un novio extranjero, habló con sus amigos para que le pusieran una carta de invitación…pero nada.

Los cuarenta la agarraron deprimida, como Penélope se quedó esperando un día que no llegó, una salida que no le tocó, una casa que nunca arregló, un salario que nunca subió, un marido que no se quedó, unos hijos que nunca tuvo y una vida que nunca vivió.

viernes, 1 de enero de 2010

Diferencias con un mismo tono



Foto-montaje: Leandro Feales

Mi buzón de correo se ha llenado de navidad, de una extraña navidad de consuelo o desconsuelo: las teorías sobre el “mal” -así he terminado por bautizarlo- que nos aqueja. De todos los espectros de la posición político-ideológica he recibido mensajes, algunos se justifican –escribirme parece ser un paso largo en la toma de posiciones con respecto a la situación nacional- y me mandan extraños recados para terceros que no tienen tiempo, ni miedo, para responder.

Por suerte la caterva de extraños anónimos dialogadores no es lo que me inspira, sino mis amigos: mis amigos y yo -dispersos, confundidos, convencidos, desolados, lejanos, aterrados y solos- tratando de salvar nuestros lazos, de encontrar un punto que nos una en esta conciencia que de tanto querer ser una se ha convertido en ninguna.

Mis amigos me preguntan pero yo no tengo respuesta, me aconsejan pero no los quiero escuchar, les explico pero me malinterpretan, me quieren pero no los puedo abrazar. Hemos sido la generación cero, la perdida, la Y, la post-revolución, hemos sido todas sin haber hecho nada.

Deberíamos ser el bloque monolítico que inmortalizaría una revolución hecha por mortales, sin embargo la densidad fue tan alta que terminamos explotando en átomos hacia todo el planeta: la generación BIG BANG. Salimos disparados de un proyectil que ni siquiera fue nuestro: sin Culpa, sin Respuesta, sin Fe, los Hijos del Miedo y la Distancia.

Mis amigos y yo tratamos -Gmail sabe cuánto lo hemos intentado- pero terminamos diluidos en el cambio de siglo y la culpa… ¿Cristo, Fidel o el año Cero? Disertamos sobre la conciencia, el mercado y el fatalismo geográfico. Nadie sabe pero para nosotros –hijos de la desinformación- el mundo es teoría y especulación ¿qué es la antítesis cuando la tesis no existe? Mis amigos y yo somos el universo personal, la vuelta a la subjetividad, a la introspección, a la experiencia de vida como sumun para el conocimiento. Nos entendemos a medias, nos toleramos con ternura y no nos ponemos de acuerdo porque, en el fondo, cada uno habla desde la irrisoria desesperación de sentirse el último cubano.