martes, 26 de abril de 2011

Necesidades

el_coco
Imagen: Lázaro Saavedra
Desde aquella vez que en una de las sedes de la Universidad de la Habana levanté mi mano para preguntar una duda sobre las categorías necesidad vs casualidad del marxismo, el concepto me rodea. Creo haber llegado a la conclusión de que las necesidades humanas son lo bastantes complejas como para que los especialistas se abroguen el derecho de “suprimir” de nuestras vidas algunas de ellas.

Tenemos a Elaine, blogger cubana, que da por sentando que su abuelo no necesita Internet. Lamentablemente no es la única. El otro día una persona me aseguraba que para un campesino cubano la Internet no es prioritaria. ¿Qué es lo prioritario? Sin dudas en la Edad Media la electricidad no lo era y para el hombre del Cro-Magnon eso que hoy se llama “productos de primera necesidad” estaba ligeramente sobrecargado. ¿Por qué nos empeñamos en ponerle fronteras al bienestar humano? Me pregunto cuál es el problema de asumir el acceso a Internet como un derecho ciudadano en el siglo XXI. Si el campesino se conecta para hacer un estudio de mercado de los nuevos fertilizantes para la tierra o para chatear en un chico-busca-chica es intrascendental: lo trascendental es su derecho a tener acceso a la Red de Redes y lo que ello representa para su vida personal. Cualquier “suposición” sobre lo que el campesino debería hacer en Google o en el surco se llama control sobre el libre arbitro ajeno, la elección personal y la libertad individual.

Por supuesto que reducir los niveles de pobreza a nivel mundial es perentorio, pero sinceramente no veo la relación entre ello y el derecho de los cubanos a tener cuentas privadas de acceso a Internet. La desigualdad social del mundo no justifica que Raúl Castro haya decidido que yo no puedo abrir mi Facebook a la hora que me dé la gana. ¿No es obvio o me estoy volviendo loca?

viernes, 22 de abril de 2011

Los mismos nombres

mar19-B
Imagen: Garrincha
Me atrapa la irracionalidad ante las imágenes del Sexto Congreso. Cuando escucho la lista de los delegados, los miembros del Buró Político y los del Comité Central, me entra un desagradable malestar físico: Machado Ventura, Balaguer, Cintas Frías y un envejecido etcétera no me dejan continuar escuchando con objetividad. Para colmo a Raúl Castro le da por contar una anécdota digna de una telenovela mexicana sobre el machismo familiar: le mete el pie a Machado Ventura después de cierto dime que te diré. Ciertamente esta escena habría sido más correcta delante del fogón de una cocina que en el tan esperado Congreso del Partido Comunista.

Lo peor –o lo mejor, según la lectura- es que tendremos que esperar hasta el 28 de enero de 2012 para implementar los cambios. Se suponía que el súper cambio era ahora, pero nos dieron un “cambiecito” y de nuevo nos pospusieron el “cambión”. Raúl Castro se lamenta de dogmas arcaicos, se promete una (otra) rectificación, augura un futuro de líderes más jóvenes y asegura que lentamente salvará el socialismo y la revolución. El General sabe, tiene que saberlo, que sus promesas sólo se cumplirán cuando él ya no esté en el Comité Central, cuando ya no sea el Primer Secretario de ningún partido, cuando verdaderamente una nueva ola de cargos públicos asuma los poderes. Y justamente es ese el imperativo de los poderosos ancianos, minimizar el cambio y jugar una política de cuenta gotas, para alargar lo más posible el cambio inevitable, el fin de la omnipresencia del Partido.

Sin embargo hasta yo, la reina de la incredulidad, siento cierto optimismo. Las libertades económicas que el gobierno cubano hoy está obligado a concedernos a riesgo “de hundirse” serán los cimientos de las libertades sociales y políticas que les arrebataremos mañana, porque también entonces se verán conminados a ceder, so pena de perecer.

martes, 19 de abril de 2011

¿Soldado yo?

soldado
Foto: Claudio Fuentes Madan
Cada vez que paso por 21 y Paseo se me revuelve el estómago. Atravieso la Avenida y no puedo evitar leer el enorme cartel que ilustra este post. Firmado por la FMC da por sentado que yo y todas las mujeres de esta isla somos una especie de hueste dispuesta a disparar contra el enemigo. Ni siquiera soy soldado de mis propias causas, ¿cómo podría serlo de las causas de la Federación de Mujeres Cubanas?

Me molesta muchísimo que las múltiples organizaciones de masa que supuestamente representan a los grupos de cubanos se sientan en el derecho de hablar a nombre de todos, de robar las voces de los individuos para convertirlas en voz única de un aparato de control. ¿Por qué se nos insta a una militancia que no necesitamos? ¿Quién dijo que yo no soy una civil a ultranza? ¿Desde cuándo las mujeres cubanas formamos un batallón para la defensa de la patria?

viernes, 15 de abril de 2011

El sábado



Desde el viernes 8 de abril el cielo nos anuncia que la marcha se avecina. Bajo el precioso azul unos aviones de guerra ensayan no se sabe bien qué ni para qué y abajo en la tierra nos tapamos los oídos para no escuchar el estruendo. Mis perros han perdido el sueño, el macho le ladra desesperado al techo y la hembra se esconde debajo del sofá. Me gustaría poder explicarles que no es nada más que un despliegue de vanidad militar en un país que se cansa de repetir por el mundo que condena la guerra. Salgo a la calle y me sorprendo al ver desfilar ante mis ojos unos tanques. Cruzo la avenida 26 y respiro profundo, es un hecho: esta isla está gobernada por locos. El tráfico está desviado y los carros perdidos en las entrecalles forman un caos. Me paso quince minutos tratando de atravesar Paseo.

Hace diez días que vivo en cuenta regresiva: faltan siete, faltan cinco, hoy finalmente faltan dos. Nunca había desesperado tanto por la llegada de un domingo. Desde el viernes todo quedará paralizado, las escuelas, los comercios, la ciudad. Con tanta necesidad y tanta crisis me pregunto por cuántos ceros va la cuenta de gastos de la mega marcha por el cincuenta aniversario de Playa Girón.

Dicen que los cubanos somos paranoicos y sinceramente, si no lo fuéramos bien mal estaríamos, porque no hay nada más escalofriante que asomarse al balcón y ver a un pelotón de soldados gritando palabrotas y dando patadas en suelo, ni más tétrico que un ejército movilizado en tiempos de paz, ni más irracional que sacar a los hombres de sus trabajos para movilizar varias veces al año las reservas. Nada tan triste como esta semana, que nos recuerda sin piedad que no es la guerra de todo el pueblo, sino la guerra contra todo el pueblo.

jueves, 14 de abril de 2011

lunes, 11 de abril de 2011

Voces 7

voces7

sábado, 9 de abril de 2011

Mis conclusiones

ciudad
Foto: Claudio Fuentes Madan
Llevamos casi un mes de telenovela y salvo en un capítulo –el de la ciberguerra - en todos los demás se destapó algún agente encubierto. El del lunes no pude terminarlo, era ya demasiado. Me aburren infinitamente. Sin embargo vale la pena analizar esta cruzada mediática de la seguridad del estado contra la sociedad civil. Confieso que los móviles de las acciones de los cuerpos secretos cubanos me son en su mayoría incomprensibles y no será esta la primera vez que me quedo lela ante el objetivo, y sobre todo, los beneficios que pueda aportar la telenovela al gobierno.

Primeramente me resulta sorprendente que hayan decidido meter en el mismo saco –es decir, hacer protagonistas- tanto a opositores, activistas de derechos humanos y bloggers como a escritores, pintores y vendedores de antenas y cuentas de Internet ilegales. Resulta que antes de la telenovela sólo los primeros eran disidentes, después de la cuarta saga ya no queda tan claro. La Seguridad del Estado acaba de lanzar por los cielos el número de inconformes al mezclarnos a todos en una sola idea: la contrarrevolución. Lamentablemente nunca concretizan el significado término. Supongo que un decodificador de antenas parabólicas se haya quedado boquiabierto frente al televisor al recibir la noticia de que él es “oficialmente” un disidente.

Me cuesta entender los beneficios que pueda reportar “Las Razones de Cuba”. Quizás la difamación como arma para desprestigiar a las más conocidas figuras dentro la sociedad civil o la necesidad de crear un estado de opinión –más bien de paranoia- respecto a la capacidad de los “agentes secretos” para colarse en nuestras vidas. Pero sigo pensando que ambos argumentos siguen siendo insuficientes si los comparamos con las desventajas: reconocer que eso que ellos llaman “contrarrevolución” va más allá de la ideología y se ha convertido en una realidad del día a día cubano. Si tener Internet o ver la televisión de Miami es tan arriesgado como pertenecer a un Partido de oposición, no nos quedan demasiadas opciones a los ciudadanos.

martes, 5 de abril de 2011

El problema es cultural

bandeja
Foto: Leandro Feal
Me levanto por la mañana y me doy mi baño de irrealidad frente al televisor con las primeras noticias. En Revista de la Mañana, el primer noticiero del día, no le pierden la pista al surrealismo. Lo mismo escuchas una reflexión llamada “Los zapaticos me aprietan” –estoy realmente intrigada, por cierto, por la idea fija que ha desarrollado Fidel Castro con Obama, hace meses que le dedica todas sus reflexiones- que una reseña sobre un concurso de artes plásticas llamado “Amiguitos de las FAR”. Son inefables los sentimientos que a las siete y media de la mañana uno puede experimentar al ver la televisión cubana.

El otro día pasaron un pequeño reportaje sobre la normalización de los productos que se ofertan en pesos cubanos. Una voz en off mostraba empresas y nos intentaba convencer de que el país había hecho esfuerzos por mejorar la calidad de las producciones y que eso se podía comprobar en muchas de las ofertas del mercado. Duró pocos minutos y el objetivo era introducir una entrevista con un especialista en el tema. En cuanto terminó aquel programa, cuyo objetivo era demostrar la tremenda calidad de nuestros productos, que sufrían además la presión de la norma internacional impuesta por occidente (cita textual), el especialista dijo: En Cuba no se cumple la norma, el problema es cultural.

Yo me paseaba de un lado a otro con mi taza de café en la mano y no pude evitar verter un poco al suelo. Tengo la costumbre de hablarle al televisor, es un hábito que desarrollé desde la adolescencia. Supongo que haya sido la manera que encontré para exteriorizar mi descontento con el establishment del periodismo oficial: crear mi propio debate con todo lo que saliera de la pantalla. ¿Cómo que cultural? Exclamé. Ni la política gubernamental de estatismo económico, ni nuestra economía hecha añicos, ni la doble moneda son las responsables de la cuestionable calidad del pan o del jabón, es la cultura cubana –según un especialista en temas económicos- la responsable de este mal.

lunes, 4 de abril de 2011