Foto: Claudio Fuentes Madan
Nací en 1983, fui una niña feliz y viví en el paraíso socialista hasta los seis años, en el que la desintegración de la Unión Soviética me mostró que yo había sido criada como una privilegiada. Sin embargo la necesidad económica no hizo que mis padres –ambos pertenecientes al Ministerio del Interior y al Partido- dejasen caer ante mí su alta moral comunista.
Llegué a los diez años convencida de la homogeneidad ideológica de todo el territorio nacional, si no hubiese sido por la revuelta del 5 de agosto de 1994, quizás muchos años habrían pasado antes de que yo descubriera que no todo a mi alrededor era color de rosas. A los trece años ya sabía lo que se podía o no decir. A los 17 me “rebajaron” en el escalafón por “poca participación en las actividades político-ideológicas”. Para los 18 ya estaba completamente desengañada de un sistema que ni siquiera llegó realmente a ilusionarme, aunque me cuidaba bien de exteriorizarlo.
En el año 2008, Gorki Águila, vocalista y guitarrista de la banda de rock punk Porno para Ricardo, fue arrestado bajo los cargos de peligrosidad pre-delictiva: si para la Policía Nacional Revolucionaria un ciudadano es potencialmente capaz de delinquir, puede ser juzgado y sentenciado de uno a cuatro años de privación de libertad. Junto a un grupo de amigos comenzamos dentro de Cuba un movimiento de denuncia, apoyado por una enorme solidaridad –fue así que conocí a Yoani Sánchez- y una campaña internacional por su liberación.
En un corto espacio de tiempo pasé de ser la que no habla de política con extraños y siempre está paranoica, a estar en el medio de un concierto con una pancarta en la mano gritando. Para una primeriza en el uso de la libertad de expresión hubo de todo: golpes, operativo y arresto.
Comencé a escribir mi blog después de la liberación de Gorki. Recuerdo que estábamos muy serios, agotados, casi habíamos perdido el sentido del humor. Durante el juicio el abogado defensor olvidó el nombre del acusado y se puso a registrar entre sus papeles, entonces comprendí que todo era extremadamente estúpido e incoherente. Sentí ganas de contar las cosas a mí alrededor, de compartir el absurdo total con alguien. Yoani Sánchez me explicó lo que era un blog, publicó ella misma en Generación Y mi primer post y me ayudó en toda la parte técnica, hasta le tiró una foto a unos huevos para mi primera entrada en Octavo Cerco, sin ella quizás nunca hubiera descubierto la posibilidad de tener una bitácora.