sábado, 29 de enero de 2011

Voces 5

voces5

jueves, 27 de enero de 2011

Revoluciones

wikileaks
Foto: Penúltimos Días
Hace poco traduje por mi cuenta una entrevista hecha a Michael Palmly en el periódico Le Temps. Me interesaba, sobre todo, promover la opinión del hombre que ha firmado casi todos los cables enviados desde la Oficina de Intereses de Estados Unidos en La Habana filtrados por Wikileaks. Corremos, todos, detrás de estos cables. Hasta en la Mesa Redonda han puesto un documental sobre Julian Assange y el fenómeno “Wikileaks”. La polémica es grande y confieso, a mi pesar, que mi criterio sobre el tema aún está en plena combustión. Por eso no había escrito al respecto, pero viendo que el tiempo pasa y yo no acabo de hacerme de un criterio preciso, pues me lanzo, como dicen aquí, con la guagua andando y redacto este post lleno de dudas, y esperanzas también, por supuesto.

Comprendo bien las aprehensiones de Michael Palmly, le preocupa al antiguo jefe de sección que sus fuentes sean identificadas. A mí también me inquieta mucho. Cuando leí los cables sobre la disidencia interna y pude identificar a pesar de las X sobre los nombres propios a los aludidos, supe que la seguridad del estado cubana también los reconocía. Lamentablemente esos no son los nombres de funcionarios del gobierno cubano ni de militares de rango, sino de simples ciudadanos cubanos que se atreven a desafiar a un régimen que no acepta críticas ni oposición. Indudablemente los cables donde representantes de la sociedad civil pueden ser reconocidos suponen un riesgo para la libertad y el trabajo de estas personas. Por mi parte me niego a calificar ese riesgo “de daño menor” -así lo llaman algunos amigos. Pienso que Wikileaks está en el deber de perfeccionar su trabajo de edición para garantizar a las fuentes la protección que estas merecen.

Sin embargo, al César lo que es del César. Cuando otros amigos me aseguran que Julian Assange y su equipo no son periodistas, manifiesto que el concepto de “periodismo” se está quedando obsoleto ante las nuevas tecnologías. Wikilieaks llegó para probarnos que el derecho a la información no es una mera utopía y sin dudas sienta bases tanto para la diplomacia como para los medios tradicionales de información. No tiene demasiado sentido, me parece, negar la realidad: Wikileaks es. Con él tendremos que vivir y de él tendremos que aprender. Es, justamente ese, el poder ciudadano al que aspiro: yo tengo derecho a saber lo que los políticos sobre mi cabeza planean hacer con mi futuro.

martes, 25 de enero de 2011

Banderas

Ache
Aché
Cogerle el pulso a la realidad es difícil y retratar ese latido en un corto de menos de una hora lo es aún más. Sin embargo Eduardo del Llano no se conforma, además, te hace reír de lo que normalmente te haría llorar. Veo su obra y me pregunto cómo es posible que no me ría todo el día, rodeada como estoy de Nicanores y Rodríguez. Ese es, por supuesto, uno de los encantadores sortilegios del cine.

En “Aché”, una de sus últimas producciones, un matrimonio se debate en la ventaja social de tener una bandera cubana colgada del balcón. Hay de todo, desde un tipo que asegura haber aprendido a ser comunista porque Ernesto Guevara le prestó una llave de clan hasta la querida de un viceministro que parece tener un arsenal infinito de banderas cubanas compradas en el extranjero. La historia se desarrolla en los años setenta y, salvo por la colgadera de banderas, podría ser en La Habana de este 2011. Toda la trama está conectada por el hilarante deseo del protagonista de obtener el visto bueno para ir a una beca en Francia.

Con las excelentes actuaciones de Luis Alberto García -el entrañable Nicanor- , Néstor Jiménez -el rígido Rodríguez- y Laura de la Uz -la alfabetizada “que todavía está ahí”- vuelven a la carga estas sagas para alegrarnos un poco la existencia en esta patria que, en palabras de Rodríguez, es una para todos: la que te toca y, según Nicanor, “esto” hay que agarrarlo con moderación.

sábado, 22 de enero de 2011

Espacios tomados

cartel

Ayer mientras esperaba en las afueras del Tribunal Supremo el resultado de la vista oral de la demanda de la Asociación Jurídica Cubana versus la Ministra de Justicia, reflexioné -en el sentido primigenio del verbo- sobre mis avatares desde aquel lejano día de agosto en el que también esperaba en las afueras de otro tribunal el resultado del juicio de Gorki Águila.

Nunca hubiera imaginado la salida de mi blog unos meses más tarde, que hablaría libremente por un micrófono –menos de un minuto pero lo que vale es la intención- que luego me vería obligada a defender mi derecho a entrar a un cine, a una exposición, a un concierto. Recordé la oscura tarde del seis de noviembre, el twit de auxilio gracias al cual la seguridad del estado no nos secuestró impunemente a Yoani, a Orlando y a mí. Volví a pensar en Reinaldo parado en 23 y G, como en una película rusa donde el héroe siempre se inmola al final, frente a una horda primitiva cumbanchera. Miré las caras –siempre las mismas- de esos que durante estos últimos tres años han prestados sus manos para la represión, sus lenguas para el perjurio, sus almas para el odio y percibí su desasosiego.

Yo soy la pesimista. Me niego a pensar que las cosas van a cambiar mañana para no decepcionarme luego y me repito una y otra vez “aunque dure veinte años más, seguirás escribiendo”. Sin embargo vislumbré, de pronto, el enorme camino de libertad recorrido. Tortuoso ha sido, eso seguro, aunque no comparable a la satisfacción de ver al hombre que una vez se atrevió a dirigir un mitin de repudio condenado a estar sentado en un banco de parque, hablando como un autómata por un celular, inútiles esas manos que sólo sirven para golpear, inútil su presencia de ogro ante el poder de la palabra, ante la fuerza de la amistad y de la fe en una Cuba democrática. Ese represor que una vez me gritó en la cara “¡Esta calle es de Fidel!” me miró, a mí y a mis amigos, caminar por Boyeros. Aprendió que la calle ya no es de un anciano delirante y que, le guste o no, es mía, suya y de todos los cubanos, y estamos obligados a compartirla.

miércoles, 19 de enero de 2011

¿Juventud Rebelde?

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Imágen: El Guamá
Hace relativamente poco tiempo en el Noticiero Nacional de la Televisión Cubana algunos de los trabajadores del periódico Juventud Rebelde fueron entrevistados. Compartían sus vivencias con los televidentes y me sorprendió que todos tuviesen más de cincuenta años. No tengo nada en contra de las canas -símbolo de sabiduría y experiencia de vida- sin embargo me parece evidente la contradicción entre la edad de los periodistas de Juventud Rebelde (al menos los que hablaron en el NTV) y el nombre del diario para el cual trabajan. Quizás vaya siendo hora de cambiarle el nombre: Generación Histórica o Jóvenes en el Alma reflejarían mejor al equipo de trabajo.

Tanto he escuchado la frase “las nuevas generaciones” y “los jóvenes continuaremos el camino de la Revolución” que a veces olvido que siempre las dicen señores bigotones de más de sesenta años. ¡Hasta Fidel Castro tiene la desfachatez de hablar en mi nombre cuando nos separan tres generaciones! Tengo ganas de ver gente veinteañera en los cargos públicos de esta pequeña isla donde nací. Yo ya voy llegando a los treinta y espero no llenarme de canas antes de ver los podios repletos de juventud.

domingo, 16 de enero de 2011

Sorbetos y helados

periodicos
Foto: Claudio Fuentes Madan

Tiene noventa años. Se subió al P4 dando tumbos, en una mano un bastón y en la otra una jaba de nylon. Eran las diez de la noche. No quiso sentarse porque se quedaba en tres paradas y su voz sonó tan triste que me dieron ganas de cargarlo. Mientras atravesábamos 23 me iba contando cómo era cada calle y cada casa antes de 1959. La mayoría de las informaciones me resultaban inaudibles pero me daba pena confesarlo. Por instantes parecía que hablaba para sí mismo y no para nosotros.

Nos bajamos juntos, o para ser exactos, lo bajé yo a él en 23 y 10 y caminamos hasta 12. Vive en Marianao pero siempre hace una parada en la panadería para comprar pan. “Tengo un huevo en la casa y solo no me gusta, con pan es mejor.” Quiso entrar al “Ten Cent” pero estaba cerrado. “Abuelo, ¿qué hace usted en el Coppelia a las diez de la noche?” me atreví a preguntarle aunque imaginaba la respuesta “Vendo sorbetos para los helados. Hoy me quedaron cantidad.” Y me enseñó los paqueticos de cinco pesos. “Ahora tengo que esperar la 55, porque las otras guaguas me dejan muy lejos”.

Imaginé su casa de paredes amarillas y techo de cabillas reventadas, puertas destartaladas y ventanas rotas. Pensé en su soledad delante de la hornilla para freír un huevo y calentar pan. Me pregunté si al menos tendría un radio o un televisor para entretenerse. Lo vi levantarse a las seis y llenar su jabita de sorbetos y salir para la parada de la guagua y pararse en una de las entradas de Coppelia el día entero y pregonar con voz de moribundo “Sorbetos, sorbetos”.

Cuando nos despedimos me dejó su triste certeza de final miserable, de supervivencia hasta el fin, de muerte en abandono. “Tenga cuidado con el frío” le grité mientras miraba el hueco en la parte de atrás de su chaleco. Con pasitos muy cortos siguió su camino y yo de nuevo me pregunté qué será el socialismo.

jueves, 13 de enero de 2011

A todo volumen

LOS ALDEANOS
Foto: rapsinlimites.blogspot.com
El vecino de los bajos escuchaba salsa y el de los altos rock and roll. A cualquier hora de cualquier día podías pasar por delante del edificio y oír la fusión increíble de los Van Van con Metállica. Ellos le llamaban “probar fuerza” y consistía en un round de resistencia de volumen. El primero que renunciara a aumentar paulatinamente los decibeles del equipo de música perdía la pelea. A ninguno de los dos le pasó por la cabeza la posibilidad de que el vecino del tercer piso prefiriera, por ejemplo, a Mozart, o que no escuchara música en absoluto.

Ni el consejo de vecinos y ni el CDR se ocupaban de aquel asunto “interno”. Ningún vecino se atrevió jamás a tocarles a la puerta para pedirles un poco de clemencia auditiva. Aparentemente a nadie le molestaba el escandaloso ring.

Un día los contrincantes firmaron, sin siquiera ponerse de acuerdo, la tregua definitiva. No consistía en bajar el volumen sino en escuchar simultáneamente a Los Aldeanos. Los vecinos, esta vez, les agradecieron el alto al fuego porque a todos les gustaba el grupo de rap y ya se habían acostumbrado a la ausencia de silencio. Sin embargo, una semana después, el delegado y el CDR se presentaron en ambos apartamentos y exigieron el cese de la descarga musical, pues el ruido molestaba a la comunidad. Esa misma noche mientras jugaban dominó en una mesita en la calle, la de vigilancia confesó que el problema no era la bulla, sino las letras de Los Aldeanos.

lunes, 10 de enero de 2011

Esos peregrinos lineamientos

botas
Foto: Claudio Fuentes Madan
En los CDR se están discutiendo los lineamientos para el próximo congreso del Partido Comunista. A pesar de que algunas de las propuestas en los lineamientos ya se han aprobado como leyes según la Gaceta Oficial y de que en el parlamento aún no han tenido la oportunidad de demostrar unánimemente su acuerdo, en el barrio tenemos que montar la pieza y repetir el guión. Después de diez años sin que el único partido legal en mi país se reúna, pareciera que la ideología comunista es el último de los imperativos del encuentro. En la calle un chiste cuenta que le van a cambiar el nombre al partido.

Pero la gente está cansada. Hace tiempo que el pueblo no reconoce el socialismo ni en los libros, pues la historia de la revolución cubana se parece demasiado a la historia del monopolio capitalista del s.XIX. En el parlamento nadie ha sido calificado como “no idóneo” o “no confiable”, y tampoco ninguna de las nóminas de los delegados a la Asamblea Nacional ha sido reducida por ese otro concepto de “planillas infladas”. Es en el barrio donde viven los 500 000 cederistas que van a quedar “vacantes”. Por eso el espíritu de la reunión es tenso hasta en el cartel que anuncia “se pasará lista de asistencia”.

Me cuentan mis amigos (la reunión en mi barrio aún no ha tenido lugar) que la cosa se puso caliente: una retirada dijo que era hora ya de ver a los jóvenes liderando el país, otro dijo que estaba cansado de discutir planeamientos y reformas que nunca cambiaban nada, una señora anunció que se retiraba porque hasta que no se hablara de aumento de salario no contarían con ella y el del Partido murmuró, ya terminada la asamblea, que sería la última vez que convocaría al núcleo. Al gobierno de Raúl Castro le ha tocado un pueblo cansado, escéptico y aburrido de ver tantas veces la misma película.

La ceguera del poder no tiene límites, el otro día supe que un hijo de un militar de rango (no me quisieron decir el nombre) se quejaba porque los culeros desechables son carísimos y difíciles de encontrar. Su padre entonces le preguntó “Pero mijo, ¿eso no lo dan por la libreta?”

miércoles, 5 de enero de 2011

Ridiculeces históricas

maniqui
Foto: Claudio Fuentes Madan
¿Cuánto gana usted? Fue la pregunta que una periodista sin rostro le hizo a un hombre en el Noticiero Nacional de Televisión (la mejor saga de ciencia ficción de la televisión cubana después, por supuesto, de la lectura de las reflexiones). Como él ganaba alrededor de trescientos pesos mensuales ella entonces quiso saber cuánto de su salario era invertido en alimentos para la familia: Casi todo –titubeó- todo.

Con suspicacia miré la pantalla: ¿Qué estarán tramando estos? Porque obviamente no van a aumentar los sueldos, e incluso si los aumentaran no daría para comer. A veces me pregunto cómo logra el gobierno mantenerse con la desvergüenza de salarios que paga. De pronto un paneo de cámara muestra un organopónico. Estallo en carcajadas y mi familia me mira con extrañeza. ¿Qué voy a hacer? –me justifico- podría también ponerme a llorar, pero he visto demasiadas veces la misma película y he desarrollado cierto cinismo. Así que en vez de ganar más dinero lo que tenemos que hacer es un surco en el balcón de la casa y sembrar un poco de cebolla ¿no? Mi padre cosechó especias en los noventa, hasta que se dio cuenta de que no tenía qué sazonar con ellas.

Cuando tenía dieciséis años leí por primera vez “La insoportable levedad del ser” de Milán Kundera y nunca he podido olvidar el análisis que hace del el eterno retorno de Nietzsche y la historicidad humana. ¿Qué nos sucede cuando los acontecimientos se repiten una y otra vez? Por más graves que sean necesitamos sobreponernos de ellos como si fueran únicos y no el mismo repetido. Entonces cuando en el televisor un pobre tipo dice que no le alcanza el sueldo para alimentarse y le ponen un cantero de tierra delante, en vez de llorar yo me pongo a reír, y él, en vez de meterle un sopapo a su jefe empieza a cultivar, aún sabiendo que su cosecha tampoco será suficiente. Y si vive en el Vedado y no tiene tierra no importa, lo perentorio no es que coma, sino que la rueda del sistema mantenga su punto muerto y se perpetúe.

Me parece que tenemos el síndrome del eterno retorno: nada conmueve, nada realmente cambia. Me gustaría hacer un video en el que recortara cada frase dicha a lo largo de estos cincuentas años que demostrase mi teoría, cada “ahora sí” “perfeccionamiento” “remodelación” “actualización del modelo” “rectificación de errores”. Quizás al verlas todas juntas recordemos que hay otra forma de vivir, en la que el tiempo puede ir hacia delante y no en círculos.

domingo, 2 de enero de 2011

Buscando el aire de Cuba

Texto: Boris González Arenas

Malecon
Foto: Leandro Feal
Ved, ved cómo desde el suelo
alza magnífica el vuelo
buscando el aire de Cuba.
“A una palma” Luis R. Nogueras

Con la libertad no se juega. Pensamos toda la vida en el peligro de perderla, de que una vez perdida sea imposible rescatarla. Tantas ideologías vienen en auxilio de las censuras ¡Es tan fácil forrar el crimen con el sentimiento de necesidad!

Pero la libertad es como la palma y hasta los tiranos sin aire se asfixian.

Mi país es un tema de máximo interés. De un lado estamos nosotros, para quienes el interés va de la mano de la urgencia y de otro los extranjeros, que por la razón que sea, padecen con nosotros.

Los análisis sobre Cuba se han precipitado en los últimos años, desde que la dirigencia de Raúl Castro centrara retóricamente lo que hace mucho es corriente en las estrategias vitales del cubano: el cambio.

Entre esos análisis recientes he conocido uno escrito por Guillermo Almeyra. “Cuba: un documento peligroso y contradictorio” es su título y según dice el mismo documento, es la tercera parte de una reflexión sobre el “Proyecto de lineamientos de la política económica y social”, que recientemente ha hecho circular el estado cubano sin que muchos sepamos si es para informar o para confundir. Pero eso ya lo dice el señor Almeyra cuando lo califica de contradictorio.

Sobre la calificación de “peligroso”, el señor Almeyra dedica su artículo a describir porqué lo considera tal. Extremadamente crítico y respetable, el artículo señala la incomprensible comprobación de que cambios estructurales de gran importancia sean hechos por el estado al margen de la sociedad y del partido comunista, delegándoles a los que deberían ser fuente del análisis social, el pobre papel de receptores. El autor utiliza la teoría leninista para recordarnos que el estado responde a intereses de clase a los que debe excesos al margen de la sociedad a la que administra. La sociedad administrada debería estar provista, entonces, de efectivos mecanismos de control que empantanen las exuberancias que le son propios al estado.

Señala también el autor la desvergonzada actitud de tomar distancia de las políticas sociales que tendían a atenuar los desniveles ciudadanos, como si estas fueran errores del pasado. Actitud que ha contribuido a profundizar la desesperanza y la frustración.

Los privilegios infamantes de militares, las gorduras soeces de burócratas, la prepotencia de un Raúl esquizoide y campechano, nada de ello escapa, aunque con otras palabras igualmente duras, a la crítica de Almeyra.

Ahora, cuando una caterva de gobernantes seniles tiene que enfrentar las consecuencias de su autoextinción, es cuando aparecen como imprescindibles medidas extenuantes para una ciudadanía famélica, sin reconocer, sin siquiera esbozar una severa critica hacia sí mismos, aquellos que han dirigido de forma autocrática y cruel la sociedad que padece.

Eso dice Almeyra, con las palabras que sean y con las referencias teóricas que sean y por ello merece todo mi respeto.

Mis discrepancias son en puntos nada principales, pero que quiero sin embargo dejar constancia de ellos.

En su escrito el autor desconoce que en Cuba no se realizan congresos partidistas hace más de diez años, que en ellos la unanimidad fue la norma y que con ellos tejió Fidel el abrigo de muchas traiciones.

Hay cierta intención de encontrar novedosos los procedimientos autoritarios cubanos, o al menos su agravamiento, señala Almeyra que en el documento circulado la palabra trabajador no se menciona. No me parece que al cubano corriente le esté afectando de modo particular esta omisión, ya sea porque tiene cosas mucho más graves en qué pensar o, y es lo que creo, porque la palabra trabajador hace muchas décadas dejó de tener cualquier significación para una ciudadanía acostumbrada a sobrevivir al margen de trabajos mal pagados y desestimulantes.

Hay otros puntos en los que disiento de Almeyra, ya más al margen de mi convergencia con su profunda crítica y que demuestran que el debate ideológico no es una confrontación de fatuidades. Se refiere, al principio de su artículo, a “los enemigos del proceso revolucionario”, tono excesivamente confrontador, que además pretende sostener el viejo antagonismo entre revolucionarios y contrarrevolucionarios, en un país donde lo más urgente es la vida frente a la irresponsabilidad criminal del castrismo. Las alarmantes tasas de decrecimiento demográfico, el deterioro de la dignidad ciudadana, la disposición a la emigración y la falta de compromiso, serán el legado más auténtico de Fidel Castro, principal amenaza para una Cuba cuya extinción nada tiene de simbólica.

Cuando afirma más tarde que en el Mariel terminó de irse la burguesía cubana… en realidad aquí no tengo palabras. Llamar burguesía cubana a las decenas de miles de cubanos que salían desesperados de una década enloquecedora y hambrienta (pues no encuentro muchas más palabras para los setenta en Cuba), acompañados de activistas políticos que fueron convidados a trocar cárceles desesperantes por el exilio, presidiarios comunes que recibieron pases para que aprovecharan y se fueran junto con enfermos psiquiátricos, gays, cubanos y cubanas alternativos, llamar a eso “la burguesía cubana”, hoy que sabemos que ya en esa misma época la élite del castrismo y su ejército disfrutaban de privilegios insospechados es, simplemente y a mi juicio, una irresponsabilidad injustificable.

Magnífica sin embargo esta entrega de Almeyra. Sin todas las izquierdas dispuestas a producir intelectualmente en una Cuba de inminente advenimiento democrático, donde las palmas de la libertad ya alcanzan algo más que el retoño, el terreno podría quedar libre para las acechanzas de perversiones futuras.

Boris González Arenas
20 de diciembre de 2010

Nota: Este artículo es el primero de un ensayo en tres partes en los que Boris polemiza, a partir de tres publicaciones que hurgan el tema cubano, sobre la situación real de la política en la isla.