Kangamba

Yo pensaba que la guerra de Angola era una de las páginas oscuras de nuestra historia de post-revolución, pero me he equivocado. Creí que nunca más oiríamos hablar de semejante matanza absurda, cuyos orígenes y fines aun desconocemos, y que el gobierno nos ahorraría el dolor de revivir semejante historia.
Mi padre estuvo en Angola. No quedó herido, pero cogió paludismo cinco veces y aunque se curó la enfermedad, no se curó del alcoholismo típico de los que van a la guerra a morir o matar. Parece ser que, después de determinada cantidad de sangre y de muertos, ya no se puede soportar la realidad de la misma manera.
Pero no es por mi padre que escribo este post. Es por mi vecina, cuyo padre murió allá. Ella era una niña, su madre no pudo soportar el dolor y desarrolló una esquizofrenia que quizás nunca hubiese estallado. La niña, hoy ya una mujer, creció criada por una loca que todavía no la deja entrar a su propio cuarto porque dice que hay demonios. Las dos, enfermas de los nervios, sobrevivieron al Período Especial y el post-Especial. Testigos de Jehová, buscaron en la fe aquello que la realidad se negaba a darles: misericordia.
Reciben una absurda pensión de la Asociación de Combatientes que, evidentemente, no les alcanza para nada. Una vez unos vecinos compasivos decidieron hacer algo para que alguien del gobierno se apiadase de ellas, porque las condiciones en que estaban viviendo eran deplorables. Así que convocaron a una reunión. No bastando con la cruda realidad, una mujer dijo que consideraba que debían quitarles dicha pensión, pues muchas veces ellas eran desagradables con los vecinos y no participaban de las actividades del CDR. Por suerte, semejante voz no fue coreada.
Y ahora tenemos, para colmo de la vergüenza, una película que se hace llamar Kangamba y que venden con aires de epopeya. Para el estreno en el cine Chaplin, movilizaron a una buena cantidad de soldados que, aunque el estreno era a las ocho de la noche, fueron vestidos de uniforme…ver Kangamba es una tarea de la revolución. Los Ladas cerraban las zonas de parqueo de todo 23 y 12, para que a nadie le quede duda de que a nuestros militares no sólo no les duele, sino que les enorgullece que aún hoy, después de casi 20 años, familias amputadas no se recuperen de pérdidas oscuras y sin razón.